Las crónicas marcan un 6 de abril de 1992 como la fecha oficial de comienzo de la Guerra de Bosnia. Es el dato burocrático que otorga oficialidad a la destrucción de aquel país medio ficticio llamado Yugoslavia que había conseguido mantener unido durante casi cincuenta años su principal arquitecto y valedor, Josip Broz, el Mariscal Tito, como una federación socialista. Pero tras su fallecimiento, la ruptura del frágil equilibrio yugoslavo era cuestión de tiempo. El país estaba formada por diferentes nacionalidades, regiones e idiomas (serbocroata, esloveno y macedonio). La falsa calma que bajo el régimen comunista había impuesto Tito se rompió a finales de los ochenta en un conflicto avivado por nacionalistas fanáticos y espoleados por circunstancias políticas y económicas que abocaron al país a una serie de guerras que causarían más de 140.000 muertos y 4.000.000 de desplazados. El cerco de Sarajevo dentro de la Guerra de Bosnia sería por duración y crueldad el conflicto más impactante seguido a través de la televisión con pavor por la opinión pública internacional.
Allí en Sarajevo, en un sitio interminable que se prolongó cuatro años, con el ejército de la autoproclamada República Srpska y el Ejército Popular Yugoslavo asediando la ciudad, vivía y jugaba Edin Dzeko, nacido el 17 de marzo de 1986, goleador, estrella de la Roma, ex del City, ex cañonero de la Bundesliga, niño de la guerra y orgulloso bosnio. Hoy en día, Edin Dzeko disfruta, por fin, del fútbol y de la vida en su periplo romanista. Dzeko llegó a la capital italiana con vitola de estrella, un jugador de talla mundial para ser la perla de un proyecto que lleva años queriendo crecer entre la excesiva exigencia de la afición romana y la cruda realidad de que el palmarés histórico del equipo no llega ni de lejos a las expectativas de un club con una de las masas sociales más importantes de Italia. Ese primer año fue un desastre para Dzeko, que tan sólo lograr anotar ocho goles. Pero es que Edin nunca lo ha tenido fácil.
El bosnio empezó a correr tras un balón cuando era crío en las reventadas calles de una ciudad moribunda. Mientras la Avenida de los Francotiradores protagonizaba los titulares de la CNN, Edin soñaba con llegar a ser un crack del fútbol. Con ocho años, a la edad en la que el resto jugamos con muñecos y nuestra máxima preocupación es la propina que tendremos para comprar helados, Dzeko vivió la guerra en primera persona, en Sarajevo. El delantero, discreto, con una vida familiar ejemplar, evita hablar demasiado del conflicto. En alguna entrevista que ha concedido ha relatado con cierto reparo el horror continuo de las bombas o la dificultad para poder realizar tres comidas diarias. No extraña que tras el sitio vivido Dzeko afirme que “ahora no le teme a nada”. Tras los acuerdos de paz de Dayton, donde se reconoció la independencia del país, Bosnia tuvo la titánica tarea de reconstruir un país en ruina con miles de exiliados fuera que jamás volverían. Mientras Bosnia recomponía sus pedazos, Dzeko, siguió haciendo lo que mejor hacía y para lo que había nacido: Jugar al fútbol.
Una carrera que el ariete empezó en el Zeljeznicar bosnio. Curiosamente, el que es hoy en día uno de los mejores nueves del mundo en sus inicios jugaba como centrocampista creativo. Poco duró en esa posición y se reinventó en nueve puro. Pero a pesar de ese cambio, pocos apostaban por el bosnio al principio. Tenía 17 años, le apodaban Estaca y nadie en el club pensaba que iba a tener una carrera mínimamente decente. Dzeko ha contado que hasta la propia afición le insultaba. El Zeljeznicar vendió al delantero a un club checo, el FK Teplice, cuyo mayor éxito había sido ganar la Copa de la República Checa en 2003 y haber disputado la Champions en 2000. Todo indicaba que la historia de nuestro delantero iba a tener un final gris. Pero a partir de ese traspaso, a pesar de ser una liga menor, el viento empezó a soplar en dirección favorable para Edin. En las filas del Teplice, Dzeko mejoró sustancialmente su juego aéreo, que a partir de ahí sería una de sus principales cualidades, y mejoró notablemente sus cifras goleadoras. Pronto llamó la atención de varios equipos más grandes hasta que fichó por el Wolfsburgo y así en 2008, por tan sólo cuatro millones de euros, ponía los pies en una de las principales ligas de Europa.
Como si fuera un cuento de hadas, el niño de la guerra que había sido maltratado en su adolescencia se convirtió en una estrella en el primer año en Wolfsburgo. Sus 36 goles en todas las competiciones le hicieron famoso y posibilitaron que el equipo de los lobos ganará la Bundesliga por primera vez en su historia. Junto al brasileño Grafite formó una pareja de atacantes responsable de 54 de 81 goles totales del equipo en liga. Una simbiosis perfecta que catapultó a ambos a la fama. Posteriormente vino el fichaje por el Manchester City, en el deslumbrante escaparate de la Premier League, pero a pesar de sus notables prestaciones no pudo derrotar a la competencia que tenía en el club de Manchester. El nueve titular era y es, sin discusión, Sergio Agüero, y cuando la Roma en 2015 le fue a buscar, Edin se fue al Calcio en busca de minutos, goles y más sueños cumplidos. No fue nada fácil esa primera temporada y por momentos el bosnio hizo honor a su antiguo mote de Estaca. Acabó la temporada con ocho goles en liga, una cifra muy baja teniendo en cuenta que llego a Italia con cartel de estrella para marcar diferencias. Como si hubiera vuelto atrás en el tiempo, a Dzeko le dedicaron bromas y hasta videos parodia. Todo ha cambiado radicalmente este año. Dzeko suma ya 25 goles en 33 partidos y tras ese año de difícil aclimatación a la liga italiana ya es uno de sus mejores jugadores, segundo en la tabla de goleadores. No sólo las cifras son mejores si no que Dzeko se asocia ya con maestría tanto dentro como fuera del área en el engranaje que ha elaborado Luciano Spalleti. A pesar de momentos puntuales donde Edin ha tenido que lidiar con duras críticas, la carrera del futbolista a sus 32 años es de una brillantez indudable. Lejos ya de la tragedia de la guerra, las precariedades de una infancia y adolescencia transcurrida en un país que quedo devastado, Dzeko forma parte de esa élite de estrellas futbolísticas, de fama, champán y rosas. Pero no olvida lo que a principios de los años 90 pasó en su tierra.
Durante mucho tiempo cada persona que entraba en su Instagram personal para cotillear las fotos del bosnio jugando con su bebé de apenas un año, fotos en compañía de su mujer o cualquier estampa de ocio, podía percatarse de una frase de recuerdo hacia una de las grandes tragedias que tuvo lugar durante la sangrienta descomposición de Yugoslavia. Dzeko clamaba, clama, como toda su comunidad, que nunca te olvides de Srebrenica. Srebrenica era una ciudad bosnia mayoritariamente musulmana que la ONU había calificado como zona segura en la primavera de 1993, en pleno conflicto de los Balcanes. La ciudad estuvo rodeada durante casi dos años por el ejército serbio, comandado por Radovan Karadzic. El 11 de julio de 1995 las tropas serbias tomaron el enclave. Un lugar aparentemente custodiado por cascos azules holandeses cuya misión era proteger a la población civil. Srebrenica contaba con más de 30.000 refugiados en aquel momento. Cuando los serbios entraron no tuvieron piedad y asesinaron a 8.000 personas. Aunque el objetivo era aniquilar a todo varón musulmán la masacre se llevó por delante también a mujeres y niños. Un hecho que es considerado como un genocidio étnico cometido ante la pasividad de los soldados holandeses, destinados a priori a proteger a esas personas. Fue el mayor acto de genocidio cometido en suelo europeo desde la II Guerra Mundial.
Dzeko nunca ha olvidado ese asesinato en masa. Siempre ha reivindicado la memoria y la justicia para las víctimas. También ha asistido personalmente a distintos actos en recuerdo del genocidio. Srebrenica es el recuerdo perenne que Dzeko lleva siempre consigo, la cicatriz que le recuerda quien es y de donde viene. Quizá fueron para Srebrenica parte de las lágrimas que derramó el día que consiguió el que probablemente sea su éxito más querido, la clasificación de Bosnia para el Mundial 2014. Tras asegurarse el pase en Lituania con una victoria por un gol a cero en la última jornada, Bosnia se echó a la calle para celebrarlo. Fue la alegría de Dzeko y de todos los bosnios, la alegría de un pueblo herido, la alegría por los que pudieron verlo por sus ojos, la emoción por el recuerdo de los que murieron durante aquellos años de sangre y fuego. El grito más sentido de justicia y recuerdo. Fue por Srebrenica. Fue por Bosnia. Fue por orgullo y dolor.
Fuente imagen principal: MIGUEL MEDINA/AFP/Getty Images.
Edin Dzeko celebra un gol en San Siro con la Roma en un partido de Serie A disputado el 7 de mayo de 2017.