El Calcio y la Gran Guerra

El asesinato de un Archiduque, como si fuera el comienzo de una novela de Raymond Chandler o Agatha Christie, fue el pretexto perfecto para comenzar un conflicto bélico que costó la vida a entre 10 y 30 millones de personas entre combatientes y civiles. Hablamos, claro, de la muerte de Francisco Fernando, heredero de la corona austriaca, y su esposa una tarde de junio de 1914 en Sarajevo. Una Europa entrelazada en intereses estratégicos y alianzas enfrentadas acabó provocando la Primera Guerra Mundial. En ese continente, en plena tensión y lucha por la hegemonía, aún lejos del fulgor mediático actual, el fútbol ya era un éxito en las clases populares y los clubes fundados a finales del siglo XIX o principios del XX empezaban a sumar cada vez más popularidad. El fútbol y la terrible guerra mundial marcarían la vida de uno de los personajes más carismáticos de la historia del Calcio, Luigi Ferraris. Hombre al que Génova homenajea gracias al precioso estadio donde el Genoa y la Sampdoria disputan sus partidos de local.

Luigi Ferraris nació en Florencia en noviembre de 1887 y tenía raíces piamontesas pero nadie como él simboliza Génova y su fútbol. Era licenciado en ingeniería y trabajaba en la Oficina Eléctrica Genovesa, trabajo que compaginaba con sus labores sobre el terreno de juego. Ferraris jugó como centrocampista en el Genoa durante tres años hasta 1912. El Genoa, histórico del fútbol italiano, es toda una institución del Calcio y aunque hace muchos años que no aparece por los primeros puestos de la tabla, cuenta con nueve Scudetti y a principios del siglo XX era uno de los grandes dominadores del fútbol italiano.

La intervención en la Primera Guerra Mundial reclutó a más de cinco millones de soldados italianos. Uno de ellos, alistado voluntariamente, fue Luigi Ferraris, Nunca volvería a ver el perfil vertical y las callejuelas empedradas de Génova. Artillero y patriota convencido, Ferraris, joven de orígenes burgueses, encontró la muerte a los 28 años en una ofensiva al monte Maggio, en Trentino. En enero de 1933, ya bajo el régimen de Mussolini, el antiguo Marassi sería renombrado como Luigi Ferraris en honor al ilustre futbolista. No fue ésta la única pérdida que sufrió el Genoa en la Gran Guerra. El fundador de la sección de fútbol, el británico James Richardson Spensley, presentado voluntariamente en las filas a las órdenes del ejército de Jorge V, miembro de la Royal Army Medical Corps, un cuerpo especial de apoyo médico en zona de combate, fue herido en Maguncia. Algunas fuentes hablan de que en el momento en que cayó estaba atendiendo las heridas de un enemigo. Tras un mes de agonía falleció.

Todo el Calcio fue afectado por la que hasta entonces era la guerra más grande y cruel que había visto el ser humano. Los avances científicos y tecnológicos como el gas venenoso o los tanques hicieron del campo de batalla una trampa mortal donde millones morirían.  La Juventus perdió a Enrico Canfari, uno de sus fundadores, muerto en 1915 también en territorio italiano mientras capitaneaba la infantería. Alberto Pico, otro fundador, esta vez del La Spezia Calcio, muere en una incursión al monte Nero guiando voluntariamente una patrulla. El mismísimo Victor Manuel III le concedió la Medalla de Plata al valor a título póstumo.

Giuseppe Caimi, centrocampista del Inter, moría también a finales de 1917 y se unía a una lista que ya incluía a Gaggiotti, Corelli o Fosati. Un continuo goteo de bajas que diezmó a las directivas de equipos como Udinese o Hellas Verona. Un horror indescriptible que supuso una incalculable pérdida de vidas humanas. La situación era tan dramática en las zonas de combate que muchos soldados perdieron la vida no por heridas sino también por enfermedades que se propagaban sin freno. Fue el caso del joven futbolista de la Cremonese, Giovanni Zini, que moría con tan sólo 21 años por fiebre tifoidea. Los muertos por gripes, pulmonías, tuberculosis y demás enfermedades totalmente controladas o erradicadas hoy en día fueron innumerables. La Primera Guerra Mundial tuvo el dudoso honor de “inventar” hasta una enfermedad, el pie de trinchera, un edema en las extremidades inferiores causado por permanecer durante semanas en trincheras anegadas de agua a temperaturas bajísimas.

El Tratado de Versalles de 1919 puso fin oficialmente al estado de guerra entre la Alemania del Segundo Reich y los Aliados que habían acordado el cese de hostilidades un año antes. Un acuerdo que fue objeto desde el principio de muchísimas críticas. Debido a las cesiones territoriales que tuvo que hacer Italia, ésta se sintió decepcionada y traicionada, tras haber abandonado al Imperio Alemán y cambiarse de bando tras el Pacto de Londres. Mientras Ferraris y el resto de futbolistas y dirigentes descansaban en paz, víctimas de la sinrazón y la ambición desmedida, en Italia comenzaba a nacer un cuervo de alas negras que volvería a traer la muerte al Bel Paese. Se acababa una historia, la de Zini muerto, la pérdida de Canfari, el recuerdo de Ferraris, el adiós de millones de personas. El dolor a cambio de nada. Y empezaba otra triste historia. La del fascismo italiano.

Fuente imagen principal: Agencias.

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