Il Risorgimento del Faraone’

Stefan El Shaarawy no es ese fantasista que todos pensamos que iba a ser cuando apareció en el primer equipo del Milan o cuando, previamente, le vimos haciendo malabares con la pelota en aquellos vídeos de YouTube. Tampoco cumplió las expectativas de estrella en ciernes que aventuraba cuando se echó a la espalda aquel equipo lleno de figuras venidas a menos. De hecho estuvo unos años muy perdido del fútbol de élite. Pero es ahora, años después, cuando estamos viendo al italiano rendir como nunca antes hasta hoy.

El italiano de origen egipcio es un ejemplo más de que la era de la información no beneficia en absoluto el crecimiento de un futbolista. Más allá de, como otros muchos, fuera un chaval con la cartera llena y la cabeza vacía, él fue expuesto ante el gran público con apenas 16 años. En el Genoa Primavera demostró una apabullante superioridad sobre los chicos de su edad, y esa misma temporada hizo su debut en Serie A, jugando siete minutitos con el Genoa ante el Chievo Verona en la jornada 17 de la 08/09. La 09/10 alternaría entrenamientos con el Primavera y el primer equipo, y fue convocado en varias ocasiones, disputando otros 43’ repartidos en dos encuentros.

El Shaarawy no salió de la cantera del AC Milan como muchos piensan, sino que fue fichado del Genoa tras romperla en el Primavera y destacar en Serie B con el Padova

En la 10/11 fue cedido al Padova, de Serie B, para que se curtiera en canchas humildes, forjara su carácter y se acostumbrara a las patadas. Allí, donde coincidió con el sevillano José Ángel Crespo, jugó 30 partidos en Segunda y, tras destacar, el Milan pagó en la 11/12 más de 15 millones de euros por un chaval de apenas 18 años. Massimiliano Allegri entendió que no estaba del todo hecho para asumir la titularidad, pero le dio bastante bola desde el banquillo. Entrando en las segundas partes, pegado a banda izquierda regateaba a todo el que le saliera a su paso y generaba acciones de peligro, pero aún era un jugador discontinuo, inexperto y con poca incidencia en los resultados, tal y como revelan sus cifras (apenas 2 goles y 2 asistencias en 22 partidos). Sin embargo la 12/13 fue la temporada de su consagración: 19 goles y 8 asistencias en 46 partidos, contando Serie A, Coppa Italia y Liga de Campeones.

Era oficial: ‘Il Faraone’ El Shaarawy era una estrella mediática. Su nombre fue relacionado con la Juventus y también con otros grandes de Europa como el Real Madrid, y el proyecto del AC Milan pintaba negro. A Allegri ya le habían desmantelado el equipo el año anterior, y en la 13/14 los pocos que asomaron la cabeza (Kevin-Prince Boateng o Antonio Nocerino dejaron buenas cifras de goles) se marcharon. Sin embargo, él permaneció allí. El Milan repescó a Kaká, y él, Robinho y Balotelli apuntaban a ser los socios de Stefan aquel año. Ocurre que el extremo italiano se lesionó, primero, del tendón de la corva. Luego una fractura del cuarto metatarsiano de un pie se le complicó, hubo que operar y le mantuvo retirado de los terrenos de juego hasta abril de 2014. Ese año la Liga acabó pronto dada la cita mundialista, y él no tuvo tiempo para volver a coger el ritmo competitivo. En la temporada 14/15 volvió a lesionarse del pie, esta vez del 5º metatarsiano del pie derecho. Mientras se apuntaba a seis semanas de baja, se le volvió a complicar y estuvo más de tres meses alejado del césped. En definitiva, una racha de dos años en los que se perdió 56 partidos con su club, más unas cuantas convocatorias con la Azzurra, la cual estaba llamado a liderar.

Tras explotar definitivamente, Stefan El Shaarawy sufrió un cúmulo de lesiones graves que solo le permitieron comparecer de manera testimonial en la temporada 13/14 y perderse más de tres meses de la 2014/15

‘Il Cavaliere’ Silvio Berlusconi legó el club a su hija Bárbara en verano de 1015, y esta inició una reconstrucción del club. Para ella, el extremo egipcio era una pieza prescindible y el Mónaco, que andaba al acecho de El Shaarawy desde 2013, lo pescó por medio de una cesión con opción de compra. En el Principado no acabó de convencer y Luciano Spalletti lo pidió expresamente para la AS Roma a la que recién había vuelto. Con el conjunto capitolino Stefan volvió a sentirse futbolista, volvió a celebrar un gol y volvió a ser importante en un equipo. El técnico hizo un equipo ‘sui generis’ desde el primer día: acabó la temporada con un 1-4-3-3 con Diego Perotti de falso 9 en el que el egipcio cargaba el área cuando el argentino la abandonaba. En la temporada 16/17 Spalletti varió su esquema: pasó a un 3-4-3 en el que los hombres de ataque eran más segundas punta que extremos. Ahí El Shaarawy perdió importancia porque en el rol de segunda punta izquiedo jugaba un inspiradísimo Nainggolan, y en la derecha Mohamed Salah era la pieza clave. No obstante las lesiones y sanciones de compañeros le dieron espacio para jugar, y que la Roma cayera de la Champions a la Europa League (competición en la que los grandes rotan con respecto a la Liga) le hizo seguir participando. El esquema con carrileros no terminaba de potenciarle, porque se siente más cómodo partiendo desde la banda con movimientos largos y no tanto asociándose por dentro en espacios cortos.

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Sin embargo, cuando más importante ha sido en el sistema de la Roma ha sido en esta, la 17/18, a las órdenes de Eusebio Di Francesco. La marcha de Salah al Liverpool dejó una falla que la planificación deportiva solo cubrió con el joven Cengiz Ünder, una apuesta de futuro que suscitaba alguna duda en el presente más inmediato. El técnico de Pescara intentó resolverlo en primera instancia con Gregoire Defrel, una de las grandes apuestas de Monchi, cayendo a esa zona, pero el francés no tiene ese tipo de movimientos tan interiorizado. La alternativa de Nainggolan de falso extremo no disgustó, sobre todo porque la ocupación de la banda derecha es faena de Bruno Peres o Florenzi, es decir, del lateral de turno. Aunque quien mejor ha entendido esa posición ha sido el propio Stefan El Shaarawy. De su etapa con Spalletti y en la más reciente con Di Francesco ha ganado en lectura y entendimiento del juego, en poso (ya no va a todos lados corriendo como pollo sin cabeza, sino que sabe cómo y dónde esperar la pelota, y cuándo ir a buscarla) y en conceptos tácticos. Sabe estirar hacia fuera y hacer que Dzeko reciba el balón de cara; se aísla de la circulación cuando va por el costado izquierdo para buscar la espalda de la defensa rival desde el lado débil del ataque; y, por si fuera poco, ya no supone un elemento extraño en el juego asociativo del equipo. Espera bien tras la línea de presión rival y juega de cara a sus compañeros de segunda línea. Todo eso cuando juega por derecha, y esto solo lo hace cuando Diego Perotti es de la partida. Cuando es alineado en banda izquierda también participa más por dentro que antes, sobre todo teniendo en cuenta que Kolarov está en un momento de su carrera en el que es capaz de tener peso en los partidos ocupando toda su banda desde el lateral. De hecho esta sociedad está suponiendo un plus competitivo para la Roma, además de una vía de conectar con Edin Dzeko, quien está en un momento espectacular de forma.

En definitiva, Stefan El Shaarawy ha adquirido un nivel que, si bien no era el de líder de un candidato al trono europeo como muchos imaginaron, es el de una pieza importante en un equipo que aspira al cetro de campeón de la Serie A. A sus 25 años ha alcanzado una madurez competitiva regular, basada en la inteligencia colectiva más que en el talento individual y ha vuelto a entrar en convocatorias para la Azzurra. Quién sabe si esa progresión sostenible se mantiene en el tiempo y en un futuro no muy lejano hablamos de él como la clave de un equipo campeón.

Fuente imagen principal:  Paolo Bruno (Getty Images)

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