A finales de los años setenta la violencia política dominaba la sociedad italiana. El país transalpino estaba inmerso en un clima radical que manchaba de sangre las calles. Sangre de un neofascismo que campaba a sus anchas. Sangre de unas Brigadas Rojas que usaban el terror para imponer su ideología. Los estadios de fútbol italianos no eran ajenos a ese clima violento que asolaba la península. Los años setenta son la década donde el fenómeno ultra consigue tal grado de poder que aún a día de hoy siguen incrustados en los equipos y en el Calcio italiano. Desgraciadamente, ha habido demasiadas muertes relacionadas con el fútbol en Italia. Una de las más trágicas por el impacto que produjo fue la de un aficionado lazial de 33 años que falleció mientras esperaba el comienzo de un derby romano el 28 de octubre de 1979.
Durante la dictadura fascista de Benito Mussolini, “Il Duce” tuvo la intención de unificar todos los equipos que existían en la capital para de esta manera crear una poderosa escuadra que pudiera competir con los poderosos del norte. La oposición del entonces presidente de la federación italiana, Giorgio Vaccaro, fascista y rendido seguidor de la Lazio, permitió a la escuadra del águila no unirse a la fusión. Desde entonces la rivalidad con la Roma fue encarnizada. Desde el principio esa rivalidad estuvo marcada por tintes políticos que se agudizaron en los años setenta. El derby romano es uno de los más peligrosos del mundo y año tras año se registran incidentes entre las facciones más radicales de las aficiones ante la impotencia de las fuerzas del Estado incapaces de parar la violencia y bajo la complacencia de las directivas de ambos equipos.
Vincenzo Paparelli, casado y padre de dos hijos, fue la víctima injusta e inocente de esa absurda guerra
Vincenzo Paparelli, casado y padre de dos hijos, fue la víctima injusta e inocente de esa absurda guerra. Poco antes de que comenzara el derby, mientras Vicenzo comía un bocadillo junto a su esposa, sentado en la grada del Olímpico, una bengala disparada desde el sector ultra de la Roma atraviesa el cielo del estadio y acaba clavándose mortalmente en Paperelli. 160 metros separaban ambas curvas. Su mujer, desesperada, intenta arrancársela pero es imposible, se quema las manos, no hay nada humano que se pueda hacer. Poco después, el médico que atendió al desafortunado hincha diría que parecía una herida de guerra. Una herida de guerra en un simple campo de fútbol durante un encuentro dominical mientras te comes un bocadillo. Paparelli no pudo superarlo. El estadio entero es testigo de una muerte en directo. Los ultras de la Lazio intentan impedir que el derby se juegue. Finalmente, el capital laziale, Pino Wilson, consigue calmarlos un poco y el encuentro se disputa tras enfrentamientos entre los ultras y la policía y bajo un clima surrealista. Durante el resto del día hay graves desórdenes en toda Roma. Paparelli era la segunda víctima mortal provocada por el movimiento ultra en Italia.
Poco después, un muchacho de apenas 19 años se entrega a la policía. Es Giovanni Fiorillo, un fanático de la Roma y él compró y lanzó la dichosa bengala. En la cárcel, el joven ultra denuncia que sus compañeros de aventuras, sus colegas le han abandonado. Hasta la novia, dice, le ha dejado. El grupo ultra de la Roma “Commando Ultrà Curva Sud” es señalado y durante los años posteriores oculta su identidad entre la infinidad de los grupos radicales del fondo.
El mundo del fútbol mostró inmediatamente su pesar tras la muerte de Paparelli
El mundo del fútbol muestra inmediatamente su pesar. La viuda de Paparelli recibe decenas de mensajes de condolencia, desde el capitán Pino Wilson hasta el alcalde, Luigi Petroselli, del Partido Comunista. Toda la plantilla de la Lazio acude al funeral. La Roma también iba a ir pero ese día tiene un enfrentamiento de Coppa de Italia y el club manda a los chicos de la Primavera. Toda Roma debía decir que no a la violencia. Meses después de la muerte de Paparelli el fútbol italiano intentó tomar medidas para atajar la creciente violencia en los estadios. Tras meses de debate, durante el cual se llegaron a plantear medidas tan absurdas como prohibir la moviola de las televisiones, se prohibió el acceso al estadio con banderas, pancartas o bengalas. Unas medidas que jamás se han llegado a aplicar.
Hoy en día, en casi todos los estadios italianos se ven bengalas y petardos. Y sin duda, el que más espectáculo de pirotécnica ofrece es precisamente el derby romano. Un enfrentamiento que desde hace unos años está prohibido que se dispute de noche como otro recurso simplón contra la violencia. Nada parece que vaya a cambiar el clima tenso de los Roma-Lazio donde se han presenciado escenas bochornosas en los últimos años. En la temporada 1998-1999 los ultras de la Lazio, de extrema derecha y considerados de los más peligrosos de Europa, desplegaron una vergonzante pancarta dirigida a la afición de la Roma donde se leía “Auswichtz es tu ciudad, los hornos son tu casa”. En el 2000, el criminal de guerra serbio, Zeljko Raznatovic “Arkan” fue homenajeado con otra pancarta por los mismos ultras. Debido al vínculo que tuvo Mussolini con la Lazio, de la cual era seguidor confeso, y por la ideología radical que muestran los ultras, el equipo laziale es presentado en muchos sectores como una escuadra profascista. Más allá del injusto estereotipo que no representa a unas de las aficiones más grandes de Italia, el problema existe en las gradas. Al igual que sus vecinos de la Roma, cuyo sector más radical también es de extrema derecha y sus acciones violentas poco tienen que envidiar a los violentos de la Lazio. En 2005 los ultras consiguieron suspender el derby amenazando a los jugadores si lo disputaban. La excusa fue el rumor de una presunta muerte de un niño fallecido en medio de los enfrentamientos con la policía. Una mentira, Un simple rumor que bastó para mostrar delante de las cámaras que los violentos mandan y seguirán mandando en el Calcio.
Fuente imagen principal: CHRISTOPHE SIMON/AFP/Getty Images.