Federico Bernardeschi empieza, por fin, a demostrar las maneras de un gran jugador. De hecho, la calidad siempre la tuvo, la cabeza no. En sus inicios en la Fiorentina, club que le vio crecer, siempre demostró ser un virtuoso con el balón, pero algo bohemio. Como todo artista, el futbolista nacido en Carrara necesitaba estar inspirado y en esos días –o a veces minutos- era un auténtico espectáculo. Pero al cuadro siempre le faltaban matices, le sobraba algún color –o regate- o directamente, quedaba demasiado abstracto para un fútbol contemporáneo en el cual se permite ser expresionista siempre y cuando haya una armonía.
La falta de armonía en Bernardeschi eran sus días grises, su excesivo egoísmo, sus apagones repentinos
En cuanto se supo de su fichaje por la Juventus, no hubo un punto intermedio en los posibles pronósticos: la tragedia o el éxito. Lo que estaba claro es que debía haber un cambio en su cabeza y poner su juego a disposición de sus compañeros para potenciar el bloque de hormigón de la Juventus que había armado su arquitecto, Allegri. El estratega italiano tenía claro que debía inculcar en Bernardeschi una mentalidad que le permitiera competir por todo dentro de un club que posee más de 60 títulos oficiales. Cada entrenamiento es una final, el trabajo es diario y el ayer no importa.
El día a día hizo crecer a Bernardeschi, que cada vez empezó a tener más incidencia en los partidos con balón. Ya no solo aprendió a hacer daño al rival con sus acciones individuales, si no que estas tenían una finalidad, potenciar a sus compañeros y, sin balón, dar empaque al bloque, algo vital para Allegri. Sin embargo, como todo artista, debía pasar por más desgracias para expresar mejor su arte, y esta vino en forma de lesión en los ligamentos de su rodilla. Justo en su mejor momento como juventino, siendo el hombre más en forma en la parcela ofensiva y gozando de muchos minutos por la lesión de Dybala. Si la lesión requería cirugía, se acababa la temporada y empezaba un tratamiento que le alejaría unos meses de los terrenos de juego. Finalmente no hizo falta y llegó al tramo final de temporada, pero sin el ritmo necesario.
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Ya en esta temporada 2018/2019, se espera de él más todavía. Y en estos dos primeros partidos de temporada no solo ha sido decisivo con un gol en la zona cesarini –o in-extremis– ante el Chievo, un gol que le dio a la Juventus sus primeros tres puntos, sino que también ha empezado a ser un híbrido entre Dybala y Cuadrado, en varios aspectos. Del argentino posee el entre líneas para conectar con sus compañeros y la capacidad de buscar diagonales con balón de fuera adentro para armar su zurda. Del colombiano, abarcar todo lo largo de la banda derecha tanto con balón, como sin el, dando amplitud a la banda aunque siempre con vistas de acabar en zonas interiores, siendo también un activo necesario para ayudar a Cancelo en tareas defensivas. Lo más llamativo no obstante, es su motor perpetuo. Se vacía por el equipo, está en todas partes.
Lo más llamativo de Bernardeschi es su motor perpetuo. Se vacía por el equipo, está en todas partes
Sin embargo, debe mejorar todavía algunas facetas de su juego, y es que sigue siendo algo previsible. Confía mucho en su zurda –una navaja suiza- y eso hace que abuse mucho de un disparo que no siempre logra ser peligroso. Los rivales también buscan mucho su lado derecho, zona más débil, para orientarlo a posiciones donde sea más fácil robarle el balón o forzarle al error. Debe todavía contemporizar mejor las jugadas, ser en algunos momentos más dinámico con el balón, no dejar que el rival se reagrupe y aprovechar el desorden cuando lo haya.
No obstante, el objetivo de Allegri está llegando a su punto álgido con él. El técnico italiano está consiguiendo que adquiera el espíritu necesario y el hambre de estar siempre en lo más alto, llenarse temporada a temporada, sin importar los éxitos que se hayan cosechado. Una dinámica difícil de mantener, al alcance de pocos, que acaba devorando incluso a los que poseen un talento innato.
Fuente imagen principal: Juventus FC.