El extremo pontevedrés era una de las grandes promesas del fútbol español hace algunos años. Firmó muy jovencito por la Juventus, luego fue al Tottenham, fue cedido por ambos clubes en innumerables ocasiones y, tras su paso por el Rayo Vallecano y sus grandes temporadas en Italia, podemos decir que ya es una realidad. Estamos viendo al mejor Iago Falqué.
Iago Falqué tuvo un paso importante por el Villarreal B en la temporada 2010-2011, cuando Javi Gracia entrenaba al filial del Submarino Amarillo. Aquel año compartió equipo con jugadores como Diego Mariño, Jaume Costa o Hernán Pérez, y otros nombres como Mubarak Wakaso o Mario Gaspar comenzarían a asomar la cabeza por el filial. Iago fue el pichichi del equipo en la categoría con 11 goles. El año en Segunda no pasó desapercibido, y el Tottenham insistió a la Juventus de Turín en su cesión la temporada 11-12. Ese año fue directamente cedido al Southampton, entonces en la Championship, donde solo disputó un partido. En la 12-13 el Tottenham pagó un millón de euros por su pase definitivo, y allí jugó ocho partidos de Premier League U-21, anotando seis goles y dando cinco asistencias. Su buen rendimiento le valió un testimonial debut en el primer equipo, disputando cinco minutos de un partido. En invierno fue cedido a la UD Almería, logrando el ascenso a Primera División. Pero el auténtico punto de inflexión en su carrera fue la cesión al Rayo Vallecano. Antes de arribar a Vallecas todavía le dio tiempo a sumar a su registro dos goles y tres asistencias en dos partidos que jugó con el Tottenham U-23 en agosto de 2013.
Como a otros jugadores, el paso por el Rayo Vallecano de Paco Jémez supuso un punto de inflexión hacia mejor para Iago Falqué
En el Rayo Vallecano de Paco Jémez se convirtió en un hombre clave. El jugador, que había mamado el fútbol de la Masía, no tuvo problemas en entender lo que el técnico canario le pedía a nivel asociativo. Partiendo desde la banda izquierda, a pie natural, mezclaba muy bien sus funciones. Por momentos era el encargado de estirar el campo a lo ancho, se abría mucho y encontraba situaciones de uno contra uno ante el lateral rival o buscaba con centros a la cabeza de Joaquín Larrivey; otras veces recibía la visita del punta argentino, que caía a su banda para bajar balones largos de la zaga o el portero y se los cedía de cara al extremo para que gestionara; y otras tantas venía al centro para juntarse con Alberto Bueno, con quien formó una sociedad muy beneficiosa para ambos. En algunos tramos lo vimos en banda derecha también, pero tras el mercado invernal Rubén Rochina se asentó en ese puesto y Jémez encontró continuidad tanto en el juego como en resultados con él en la siniestra.
Como les pasó a otros tras jugar en el Rayo, Iago Falqué pasó a estar en el escaparate internacional. Un club como el Genoa, que en los últimos años está relanzando a muchos extremos con proyección que parecían estancados (el caso de Suso, Niang, Perotti o el propio Falqué) contrató sus servicios, pagando dos millones de euros por su traspaso. Partiendo desde la banda derecha (donde ha asentado su juego en Italia) el español era una fuente de juego, regate y goles. Jugando a pierna cambiada pisaba mucho zona de mediapuntas, donde cargaba el disparo con facilidad y asistía a compañeros con grandes pases y centros. De su relación con el delantero centro nacieron grandes jugadas, ya que todos los de la plantilla eran de perfil físico y con gran juego de espaldas. Iago buscaba al referente, este le devolvía la pelota de cara y Falqué realizaba la acción definitiva. También resolvía situaciones pegado a la cal cuando tocaba ensanchar el campo; jugando clavado a la línea exterior se convirtió en una referencia continua para sus centrocampistas, que le buscaban y él, con su calidad, daría un plus a la jugada. Aunque la movilidad del tridente de arriba, conformado por Perotti y una punta que ocuparon Matri, Borriello, Pavoletti o M’Baye Niang, nos permitía verle también acabar jugadas en izquierda o resolver situaciones en posición de delantero centro, debido a las continuas permutas. 13 goles y 6 asistencias le valieron para que un equipo con mayores aspiraciones y que jugaba Champions League decidiera contratarlo. Iago se mudaría a la capital de Italia a cambio de seis millones de euros.
Iago es un futbolista mejor y de una mayor dimensión tras su periplo en la AS Roma. Jugar en un «grande» a nivel de historia le ha sentado bien
En la Roma de Rudi García todo parecía marchar sobre ruedas a principio de temporada. La clasificación para la Champions League requería un desembolso económico que, si bien se produjo, dio mayores réditos en el mercado invernal. Para el técnico francés Iago Falqué era un hombre importante. El gallego no fue un elemento que produjera fútbol por sí mismo, ni en la banda izquierda ni como mediapunta. Más bien daba continuidad a lo que otros compañeros producían. No se puede decir que tuviera malas actuaciones, pero de él se esperaba un plus que no supo dar, si bien es cierto que el juego del equipo, por deficitario, no daba pie a que ningún jugador luciera. En enero Luciano Spalletti regresaría a la que fue su casa, y con él vinieron los fichajes de Diego Perotti, su antiguo compañero en el Genoa, y Stephan El Shaarawy. Estos dos se sumaron a Mohamed Salah y los tres formaron el tridente que Spalletti mantendría el resto de la temporada. El argentino ocupó la plaza de falso 9 ya que a Edin Dzeko le costó mucho adaptarse a la Roma, y más aún a un técnico tan particular como el italiano. Falqué se vio relegado al banquillo, y no aportó lo suficiente cuando tuvo minutos. A pesar de todo no se puede calificar su temporada en el equipo como negativa a nivel personal, pues ha mejorado en el juego asociativo y el hecho de formar parte de un equipo grande le ha llevado a otra dimensión futbolística. Iago es un futbolista mejor y más grande tras su periplo en la AS Roma.
Tocaba hacer las maletas de nuevo y volvió Turín, pero a la acera granata. Al fichaje de Falqué se sumarían Joe Hart, Leandro Castán, Luca Rossetini, Mirko Valdifiori o Adem Ljajic como piezas más destacadas, y serían dirigidos junto al resto de la plantilla por Sinisa Mihajlovic. El técnico serbio ha creado un equipo a su imagen y semejanza: asentado en un 1-4-3-3, el Torino es un equipo muy vertical, que gusta de salir en velocidad, renuncia al balón ante los equipos grandes e intenta finalizar por medio de rápidas transiciones. Sin embargo, su propuesta con el esférico es mucho más amplia. En partidos ante iguales o rivales teóricamente inferiores, los granata manejan el peso del partido, y este traje les sienta igual de bien que el anterior. Su centro del campo titular, compuesto por Valdifiori como regista y Baselli y Benassi en los interiores, tiene un trato exquisito de la pelota. Los dos jóvenes volantes italianos, además, tienen mucho vuelo y llegan al área con eficacia, engordando así las cifras de uno de los tres equipos más goleadores del campeonato. Por si esto fuera poco, su conexión con Andrea Belotti permite al Torino pisar línea de fondo con continuidad. Cuando el punta italiano se desmarca a la espalda de la defensa rival, a Iago se le hace muy fácil buscarle en profundidad con pases verticales.
Iago es más versátil de un equipo con gran capacidad de adaptación a cada contexto. Según plantee Mihajlovic un partido de repliegue y contragolpe, una presión adelantada o toque uno de esos días en los que hay que llevar la iniciativa, el rol de Falqué también cambia. Para este análisis hemos consultado mapas de calor, mapas de pases y zonas de influencia favoritas del extremo gallego. Si bien su punto de partida es la banda derecha, a Iago le gusta flotar por todo el ancho del campo. Existe tal disparidad entre las diferentes tablas que nos resulta difícil determinar una dinámica continuada, más allá de su zona de partida (la derecha) y que su porcentaje de acierto en el pase siempre tiende al 90%. Tanto es así que, de igual modo, podemos encontrar partidos en los que Iago no dribla una sola vez, apenas la toca 30 veces (la mayoría en campo propio) y, sin embargo, es decisivo en la victoria con dos goles (3-1 vs Roma), y otros con más de 80 intervenciones, repartidas por todo el largo y ancho del campo, sumando regates, en los que su equipo lleva todo el peso del partido, gana por goleada y él no anota un solo tanto (5-1 vs Cagliari).
Queda claro que Iago Falqué se siente cómodo jugando con libertad y, tras su paso por la Roma, se siente un jugador grande. Se sabe líder en este equipo. También queda claro que es capaz de adaptarse a lo que cada partido exige. Sería lógico pensar que todo esto es una cuestión interna del jugador. más allá de que Mihajlovic pueda ayudarle con mucha información de cada rival procedente de un análisis previo. En el fútbol, un deporte en el que si el rival conoce tus respuestas se suelen cambiar las preguntas, es necesario saber interpretar cada partido desde dentro. En este sentido el crecimiento del español es más que evidente. No se trata únicamente de que sepa detectar constantemente cuáles son el lugar y el momento idóneos para recibir la pelota en la gestión de las posesiones o que casi siempre decida bien el pase, sino que a la hora de finalizar ha aprendido a aislarse de la jugada, permanecer fuera del rango de la defensa rival y atacar el espacio libre en el lado débil para golear. Hasta marcar de cabeza le estamos viendo esta temporada. Su crecimiento también en esta faceta le ha dado una proyección goleadora que, de no estancarse, nos dejaría al Iago más resolutivo de su carrera.
En definitiva, el rendimiento de Iago Falqué está siendo óptimo en uno de los equipos más atractivos de Italia. El chico, a sus 27 años, parece haber alcanzado su madurez como futbolista. Dados los precedentes sería osado decir que este es su techo porque cabe la posibilidad de que, en este o en otro club, incorpore un registro más, desconocido hasta la fecha, y nos sorprenda nuevamente. En cualquier caso, su presente ya es brillante.
Fuente imagen principal: Valerio Pennicino/Getty Images.