Paolo Pizzirani, lo que el destino te da, el destino te lo quita

El fútbol italiano ha dado durante toda su historia algunos de los mejores futbolistas que han pisado un terreno de juego. Desde Riva a Totti, desde Baresi a Del Piero, el talento de la escuela italiana es inagotable. Otros muchos que prometían tanto se quedaron por el camino ya sea por cuestiones deportivas o por malas decisiones que tomaron en su momento. A otros futbolistas el destino en forma de cruel pirueta les truncó el camino. Es el caso de nuestro protagonista, Paolo Pizzirani, un chaval nacido en Bolonia en 1963, ciudad que fue testigo de su precoz talento para jugar al fútbol. Quienes lo vieron cuentan que era un regista típico, un metrónomo del centro del campo con una excelente visión de juego y una refinada técnica. Ya llamaba la atención de los grandes de Italia a los 15 años. A esa edad y pese al interés del equipo de su ciudad natal ficha por el Cesena, que paga veinte millones de liras, una cantidad considerable para una promesa. Allí coincidió con Arrigo Sacchi, por aquel entonces entrenador del Primavera del Cesena.

Si todo hubiera salido como estaba previsto hoy estaríamos probablemente hablando de un crack del fútbol italiano. Hace unos años se estrenó un documental con su historia titulado “La promesa”. En ese proyecto los aficionados cuentan que esperaban que se convirtiera en un nuevo Platini. Pero la suerte estaba destinada a jugar con el porvenir de Paolo. Primero echándole un cable. El 2 de agosto de 1980, el joven Paolo se entretiene en la estación de trenes que debía llevarle a Cesena, coquetea con muchachas, disfruta de la mañana veraniega y pierde el tren que debía tomar. Coge el siguiente, que poco antes de llegar a su destino se para. Acaba de producirse en la estación de Bolonia el mayor atentado de la historia de Italia. Un total de 85 personas murieron aquel día en una matanza organizada por la organización terrorista de extrema derecha Ordine Nuovo, agentes secretos del servicio militar italiano y la Logia Masónica Propaganda Due. Un reloj parado a las 10:25 sigue recordando ese momento en la estación.

La matanza se produjo en el contexto histórico de los años setenta y ochenta, los “años de plomo”. El objetivo del atentado era “echarle la culpa” a las Brigadas Rojas, el grupo terrorista marxista que actuaba en esa época y conseguir así un desprestigio ante la opinión pública del comunismo, de gran fuerza política y social durante esos años en Italia. Años más tarde, durante el proceso de investigación, se comprobó que los servicios secretos del Estado habían colocado pistas falsas para entorpecer las pesquisas del atentado. Todo dentro de la “estrategia de la tensión”, la táctica usada por los gobiernos occidentales durante la Guerra Fría para manipular, dividir y controlar la opinión pública en un contexto de oposición total a la Unión Soviética y su sistema político.

Paolo debía ir en el tren que sufrió la bomba. Salvó la vida pero el destino le cobró la factura rompiéndole los ligamentos cruzados por una dura entrada durante un partido de Italia sub20. Su carrera está acabada. El Cesena se deshace de él casi con tanta rapidez como le había prometido el mundo entero. Intenta volver al fútbol después del despido del Cesena y de la recuperación larga y dolorosa. Lo hace en equipos del infracalcio pero es una historia que no resulta. Su sueño está roto y Paolo no sabe lidiar con ese dolor. La única forma que encuentra es evadiéndose la realidad. Frecuenta malas compañías y se aleja de una familia que no sabe qué hacer para levantarle el ánimo. Coquetea con la nueva moda de las calles italianas de los 70 y 80. La heroína. Cae en la drogadicción. El muchacho destinado a ganar Mundiales y Balones de Oro es un yonqui. En 1984 encuentran su cadáver en la calle. La autopsia es clara, Paolo ha muerto de sobredosis. Ya nadie se acuerda de él. Su historia, como aquel reloj de Bolonia parado en la hora trágica, se quedó congelada en el tiempo.

Fuente imagen principal: Italy Project 365.

*Panorámica de Bolonia.

Pasolini, el poeta del Calcio

El 31 de octubre de 1926 se produjo la inauguración del Stadio Littoriale de Bologna. Hoy, ese estadio es conocido como el Renato Dall`Ara, alberga los partidos de local del equipo de la ciudad y aquella inauguración pasó a los libros de historia. Aquel día estaba presente en los festejos, Benito Mussolini, ya convertido en un poderosísimo hombre, presidente del Consejo de Ministros y líder del Partido Nacional Fascista. El acto había sido concertado dentro de la conmemoración de la Marcha de Roma, pero no sería un día tranquilo para el hombre que abocaría a Italia al desastre años después. Aquella tarde, un chaval de 15 años, de presuntas ideas anarquistas, intentó asesinar a Mussolini con un disparo. Fue detenido e identificado por un oficial de caballería, y linchado por la multitud fascista. El cadáver del muchacho tenía catorce puñaladas, un balazo y signos de estrangulamiento. Nunca se llegó a probar la verdadera culpabilidad del joven. El hecho fue aprovechado por los fascistas para suprimir las libertades y disolver los partidos de la oposición.

El joven linchado se llamaba Anteo Zamboni y hoy, en su recuerdo, una de las principales vías de Bolonia lleva su nombre. En vía Zamboni, en un café homónimo puedes disfrutar del extenso y famoso aperitivo sin límites de la ciudad por ocho euros, y si continúas por la calle llegarás a varias facultades de la universidad más antigua de Europa. Bares, pubs, heladerías y pintadas de marcado carácter izquierdista, pues estamos en el corazón de la Italia roja, completan el paseo en honor de aquel muchacho al que el destino puso en el lugar equivocado. El mismo lugar de aquel oficial de caballería que le identificó. Ese oficial era el padre de Pier Paolo Pasolini, escritor, intelectual, poeta, director de cine, personalidad crítica, hijo predilecto de Bolonia la roja y apasionadísimo del Calcio y de su Bologna.

Pasolini fue uno de los intelectuales más comprometidos políticamente de su época. El poeta era marxista, católico y homosexual, y por encima de todas las cosas un personaje libre y sincero

Pasolini fue uno de los intelectuales más comprometidos políticamente de su época. El poeta era marxista, católico y homosexual, y por encima de todas las cosas un personaje libre y sincero que acabó atrayendo el odio de sectores del país que no le perdonaron ni su vida privada ni sus ideas políticas. Pero mientras alcanzaba fama mundial con una carrera prolífica y multidisciplinar y se convertía en uno de los cineastas más provocadores de la época, con películas que supusieron un escándalo como El Evangelio según Mateo o Saló o los 120 días de Sodoma. Pasolini nunca dejó de amar el fútbol, una pasión que le acompañó toda su vida.

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En los descansos de los rodajes aprovechaba para organizar partidillos de fútbol entre compañeros. Partidos que si perdía se enfadaba como aquella famosa anécdota de un encuentro disputado entre los miembros del rodaje de Saló y los de Novecento, del afamado Bernardo Bertolucci. El equipo de Pasolini perdió y el poeta, airado, se marchó enfadadísimo. No hay amistosos cuando de calcio se trata.

Tifoso reconocido del Bologna, Pasolini escribió durante toda su vida artículos analizando el fútbol. Durante 20 años, el poeta expuso sus ideas sobre futbol, ciclismo, boxeo o las Olimpiadas de Roma de 1960 en diferentes artículos. Estos escritos fueron recopilados en un libro publicado hace un par de años por la Editorial Contra, titulado Sobre el Deporte. Uno de los textos más famosos de Pasolini fue el que escribió en 1971 para el periódico Il Giorno explicando las razones por las que Italia había perdido la final del Mundial’70 contra Brasil, haciendo una analogía literaria en la que los azzurri jugaban en prosa y los cariocas en poesía.

Tifoso reconocido del Bologna, Pasolini escribió durante toda su vida artículos analizando el fútbol. Durante 20 años, el poeta expuso sus ideas sobre futbol, ciclismo, boxeo o las Olimpiadas de Roma de 1960 en diferentes artículos

También tuvo la oportunidad en su momento de conocer a las estrellas del balón. Pasolini coincidió en su infancia con el mejor Bologna de la historia, que entre 1920 y 1940 consiguió ganar seis ligas italianas. En 1964, fecha del último scudetto, Pasolini entrevistó a sus jugadores para la televisión italiana. El hombre que con su prosa, su brillante acidez y su sinceridad estaba poniendo patas arriba el status quo italiano actuaba como un niño ilusionado ante la visión de los jugadores de su equipo del alma. De entre todos, su favorito era Bulgarelli, capitán eterno del Bologna que hoy nombra a una de las curvas del estadio. El día que le conoció, cuentan los conocidos, Pasolini “se quedó sin habla”. El fútbol no tenía sentido sin ídolos ni sin amar a un equipo favorito. Aquel Bologna cosió en la zamarra el Scudetto tras derrotar al Inter en casa por dos cero. El título fue el homenaje póstumo a Renato Dall`Ara, el presidente más importante de la historia del club que había fallecido cuatro días atrás a causa de un infarto. El estadio, el mismo recinto donde Zamboni fue apuntado por el padre de Pasolini y asesinado por la multitud, fue renombrado en homenaje al dirigente.

Desde entonces, el Bologna no ha vuelto a estar entre los grandes clubes del país, e incluso hace tres años el equipo descendió. Hoy día navega en media tabla bajo la batuta de Roberto Donadoni, mientras la dirigencia norteamericana que compró el club hace unos años planea reformar el viejo estadio. La historia del Bologna se seguirá escribiendo eternamente. La de Pier Paolo Pasolini tuvo un trágico final. La versión oficial cuenta que Pasolini fue asesinado en un descampado de Ostia, localidad costera cercana a Roma, por un chapero llamado Pino Pelosi. El joven, de tan sólo 17 años, argumenta que el escritor intentó abusar de él. El cadáver aparece desfigurado y terriblemente torturado. La versión oficial parece una farsa de mal gusto. Hoy día la verdadera historia sigue siendo un misterio. Pelosi imploró años después su inocencia y se barajaron diversas hipótesis, desde un crimen homófobo hasta por cuestiones políticas. Unos dicen que era víctima de un chantaje por parte de unos delincuentes que le habían robado cintas de películas, otros aseguran que el intelectual iba a desvelar en un libro el nombre del asesino del industrial Enrico Mattei y que quisieron callarlo. Lo que es seguro es que la Italia más intolerante y rancia tenía en su punto de mira al escritor. Pelosi falleció de un tumor este verano. La verdad de aquella triste noche en Ostia se la llevó a la tumba.

Fuente imagen principal: VITTORIANO RASTELLI (CORBIS/GETTY IMAGES)