«¿Inzaghi? Nosotros tenemos a Imbriani»

El fútbol va de goles, paradas, duras entradas, remates acrobáticos, entrenadores, jugadores, aficiones… y de sueños, de cumplir sueños. El pasado 17 de septiembre, en Nápoles, en San Paolo, se cumplía, a pesar de su ausencia, el de Carmelo Imbriani. El conjunto local, el Napoli, se enfrentaba al Benevento en un derbi campano -regional- que jamás se había producido en la Serie A, puesto que el conjunto visitante debuta esta temporada en la máxima categoría del fútbol italiano. Pero, ¿quién era  Imbriani y por qué se cumplía su sueño el pasado 17 de septiembre?

Carmelo Imbriani nació en Benevento, a menos de 80 kilómetros de Nápoles, el 10 de febrero de 1976. Pronto el fútbol se apoderó de él a pesar de que, según cuentan se desempeñó con destreza en otras disciplinas deportivas antes de decantarse por el balompié. El Milan lo siguió de cerca, pero tras comenzar a jugar en su localidad natal fue el Napoli el club que consiguió reclutarlo, y tras comenzar a despuntar en sus categorías inferiores, a las órdenes de Marcello Lippi, con el equipo en plena transformación post-Maradona, debuta con el primer equipo azzurro en 1994. Esa temporada compaginaría sus muy esporádicas apariciones con el primer equipo, con la regularidad que tenía en el Primavera del equipo partenopeo.

Imbriani debutó con el primer equipo del Napoli en 1994, a las órdenes de Lippi, con apenas 18 años

Sería la temporada siguiente, con Boskov, cuando comenzaría a coger peso en el equipo formando parte desde posiciones de ataque de un equipo en el que despuntaban Agostini o Fabio Pecchia -actual técnico del Hellas Verona que fue ayudante de Rafa Benítez en la etapa del madrileño al frente del Napoli-. Tanto se esperaba de él, que el técnico serbio le confió el número ’10’ que pocas temporadas atrás había vestido nada más y nada menos que Diego Armando Maradona, con lo que eso supone en Nápoles. Imbriani responde con goles a la oportunidad que le brinda Boskov y en la temporada 1995/96, un Napoli inmerso en problemas económicos se decide a apostar por Imbriani obteniendo grandes e inesperados resultados.

Boskov le dio el ’10’, de Maradona, a Imbriani

Carmelo, sin sueldo de profesional aún se medía a los mejores delanteros del mundo, y el Napoli, en la parte alta de la tabla, puso contra las cuerdas a toda una Juventus el 1 de octubre de 1995 en un partido en el que se enfrentaban el atacante mejor pagado del campeonato, Vialli, con uno sin sueldo, Imbriani. Precisamente Vialli empató ese partido tras el gol de Pecchia aunque en el recuerdo de los aficionados partenopeos, que ese día vieron a su equipo vestir de amarillo, estará un remate de tacón de Imbriani en la recta final del partido que atrapó Peruzzi sin ningún tipo de problemas. Un gesto de genio, que de haber sido resuelto de manera más sencilla podría haber alimentado, de forma más creíble, el sueño de toda una ciudad.

«Si el muchacho no se deja distraer, el Nápoles e Italia han encontrado un gran delantero», declaró Boskov tras el partido sobre un Imbriani que, por sus recientes actuaciones y su descaro, mostrado con el celebrado remate de tacón, daría mucho de qué hablar en Italia. Tanto daría de qué hablar que cada tropiezo del Napoli era un tropiezo suyo y la fe en él comenzó a decaer a pesar de que consiguiera firmar su primer contrato como profesional y Boskov declarara con vehemencia que no necesitaban a Inzaghi -con cuyo fichaje se rumoreaba- pues tenían a Imbriani.

«¿Inzaghi? Nosotros tenemos a Imbriani», diría Boskov

El efecto Imbriani se va diluyendo y con el cambio de entrenador que se produce la siguiente temporada, Carmelo enlaza dos cesiones al Pistoiese y al Casarano – donde forma pareja atacante con Fabrizio Miccoli- dos equipos de divisiones menores en los que no encuentra su mejor rendimiento antes de volver a un Napoli, ya en Serie B, en el que no tiene oportunidades, lo que le ‘obliga’ a marcharse al Genoa para ya no volver a Nápoles.

Con un ‘Grifone’ también venido a menos tampoco consigue recuperar su mejor nivel y comienza a desfilar por equipos de categorías inferiores del fútbol transalpino como Cosenza, Foggia o Salernitana hasta terminar colgando las botas en el Benevento, club de su localidad natal y lugar en el que comenzaría a prepararse para se entrenador. En los últimos años de su carrera como futbolista, las lesiones tampoco le permitieron brillar como en su juventud.

Imbriani comienza a entrenar a equipos de las categorías inferiores del Benevento, hasta que el primer equipo, en graves problemas económicos, recurre a él para que se convierta en el técnico de la primera plantilla que estaba en la Lega Pro Prima Divisione, equivalente a nuestra Segunda B. El equipo se salva con holgura e Imbriani se convierte en un héroe local por lo hecho tanto como jugador, como entrenador.

Comienza la pretemporada de la 2012/13 e Imbriani debe de dejar la concentración del equipo por su alta fiebre. En primera instancia se creía que se trataba de una pulmonía, pero finalmente se le diagnostica linfoma de Hodgkin, lo que golpea gravemente al fútbol italiano y el propio Carmelo afirma en una entrevista publicada por Il Mattino di Napoli el 29 de octubre de 2012 ya con el exfutbolista tratándose de la enfermedad en un hospital de Perugia a la vez que esperaba su tercer hijo, Fernando.

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El mundo del fútbol italiano se volcó con Imbriani y la directora del hospital en el que se recuperaba declaró que nunca habían recibido tantas muestras de apoyo por algún enfermo. ‘Imbriani non mollare’ (Imbriani no te rindas) se convirtió en un lema que recorría todos los campos de Italia y Hamsik, capitán ahora y entonces del Napoli celebró un gol ante el Cagliari enseñando una camiseta con la misma frase. Pero el corazón de Imbriani dijo basta y se apagó el 15 de febrero de 2013. Desde entonces una bandera con el rostro de Carmelo ondea todos los días de partido en las gradas de San Paolo.

‘Imbriani non mollare’ (Imbriani no te rindas) se convirtió en un lema que recorría todos los campos de Italia y Hamsik, capitán ahora y entonces del Napoli celebró un gol ante el Cagliari enseñando una camiseta con la misma frase

Pero lo que no podía imaginar Carmelo, que pasó de joven promesa del fútbol a defenestrado y de defenestrado a héroe e ídolo, era que, tres años después de su muerte, su amado Benevento ascendería por primera vez en su historia a la Serie B, y sólo un año después conseguiría por sorpresa colarse en la Serie A y jugar, por primera vez en su historia ante el Nápoles en la cumbre del fútbol italiano.

El fútbol, que tan injusto había sido con Imbriani, en su juventud por las críticas que recibió tras despuntar en el Nápoles y tan injusto había sido en su enfermedad -se llegó a relacionar la enfermedad que padeció con doping- volvió a ser injusto con él tras su muerte. Sus dos equipos del alma, cara a cara, y él no estaba allí para verlo. O sí, en el tercer anillo del San Paolo. 

Fuente imagen principal: Imbrianinonmollare.it