El mundo del fútbol es un ecosistema caracterizado por el lujo, la fama y el éxito. Ídolos absolutos del siglo, los futbolistas viven como en un mundo irreal que el común de los mortales imagina como un paraíso de dinero fácil y bellas mujeres. El resto de protagonistas del espectáculo del fútbol tampoco se libran de ese aire de bon vivant, incluidos los presidentes. La Serie A es un campeonato diferente, un tanto absurdo y con tintes tragicómicos, fiel reflejo de un país maravilloso pero incomprensible. Los presidentes del Calcio hacen honor al adorable esperpento que supone la italianità. El hilarante Ferrero de la Sampdoria o Zamparini, experto en devorar entrenadores, mantienen el listón actualmente mientras no olvidamos a Berlusconi o la familia Tanzi, que arruinó su millonaria empresa y al Parma de paso.
Albino Buticchi poco tiene que envidiar en cuanto a drama e intriga a otros dirigentes del fútbol italiano.
Albino Buticchi fue un presidente que poco tiene que envidiar en cuanto a drama e intriga a otros dirigentes del fútbol italiano. Fue el máximo dirigente del Milan de 1972 a 1975. Consiguió ganar dos copas de Italia y una supercopa pero quizá lo más recordado de su periodo fue el rocambolesco final de la temporada 1972-1973. El 20 de mayo de 1973 el Milan comandaba la clasificación con un punto de ventaja sobre Juve y Lazio. Los tres equipos jugaban fuera, la Juve contra la Roma, la Lazio contra el Napoli y el Milan en Verona, contra el Hellas. El Milan había sido líder durante todo el campeonato y el Scudetto parecía seguro. Esa misma semana, antes del partido decisivo, los rossoneri habían ganado la Recopa antes el Leeds y Nereo Rocco, el míster, había pospuesto las celebraciones para después del partido de Verona. El champán se enfriaba en la nevera listo para su consumo. Dos problemas, sin embargo, preocupan a Rocco. Primero, que una descalificación le impedirán estar en el banquillo; segundo, el estado físico del central alemán Schnellinger y el cansancio generalizado del equipo por la final europea.
Los temores de Rocco se confirmaron y el Milan saltó a Verona inmóvil, inane y a la media hora ya perdía 3-0. El partido acabó 5-3 a favor de los veroneses, el Milan perdió el título y desde entonces ese aciago partido se conoce como Fatal Verona en los ambientes milanistas. Dos años después, la intención de Buticchi de vender a Gianni Rivera le enfrenta a la estrella y a los tifosi y abandona la presidencia milanesa.
Buttichi nació en la Spezia en 1926 y siendo joven participó en la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El resto de su vida estuvo marcado por la polémica, líos de falda y lujo hasta un triste final. Ya desde joven, Buttichi tenía claro que su objetivo en la vida era ganar dinero. En la Italia que se estaba reconstruyendo después de la devastadora gran guerra el joven Albano pronto encontró oportunidades y en los años 60 ya era responsable de la petrolera BP en el norte de Italia. Su vida tiene lugar entre paseos en su yate, sus negocios, su Alfa Romeo y sus escarceos amorosos. Y con el fútbol como telón de fondo, deporte que le apasiona hasta el extremo y del que quiere formar parte cuanto antes.
Siendo joven, Buttichi participó en la resistencia contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Amigo de Gianni Rivera, al que luego querría vender y sustituir por Claudio Sala, consiguió en 1972 llegar a Via Turati. Buttichi tenía claro que su influencia en el equipo debía ser total. “Si yo pongo el dinero, decido yo”. Pero el dramático partido de Verona y el enfrentamiento con el bambino de oro le hizo abandonar la presidencia en diciembre del 75.
Después de su aventura rossonera intentó seguir en el mundo futbolístico tanto en el Torino como en la Roma pero ambas aventuras fracasaron. La vida se le empezó a torcer a Albino. Diversos reveses en negocios y en relaciones sentimentales le abocan a una depresión, hasta que en 1983 decide terminar con su vida disparándose un tiro en la cabeza. Sobrevive, pero a costa de una ceguera producida por el disparo. A partir de ahí intenta mejorar su ánimo e incluso llega a reconciliarse con Rivera, con el que no se hablaba desde su salida del Milan. Pero, tras perder 400 millones de liras en el casino durante una noche, vuelve a intentar suicidarse tirándose desde una ventana. Esta vez se rompe el fémur, pero también consigue contarlo.
Abandonado por sus hijos, acabó falleciendo en 2003 en la más absoluta soledad. Pero Buticchi siempre tuvo algo como compañero fiel a pesar de su ceguera y es que hasta el último momento su presencia fue habitual en las gradas de San Siro. No necesitaba ver ni estar en el palco, no necesitaba nada para estar cerca de su amado Milan, el verdadero amor de su vida.
Fuente imagen principal: Agencias.
*Gianni Rivera en primer plano, Albino Buticchi al fondo.