Una tarde fría, en medio de una insulsa lluvia invernal, abismada en un triste 18 de enero de 1977. En ese contexto fue cómo, uno de los jugadores más talentosos que el fútbol italiano ha relucido a lo largo de su historia, perdió la vida por una inocentada que tuvo un trágico desenlace. Como una estrella fugaz, pero dejando un recuerdo que perdura en la eternidad y en la memoria de todos los tifosi que le vieron jugar. Magia, clase y calidad al son de Luciano Re Cecconi: un futbolista único.
El italiano nació en una localidad de la provincia de Milán llamada Nervino el 1 de diciembre de 1948. De familia humilde, compaginaba su trabajo de carretero con el fútbol, siendo una vía de escape para salir de la rutina. No obstante, acabó enfocando su afición hacia el balompié como una salida profesional ante el gran talento que desprendía siempre que tocaba un esférico con los pies. Su paso por Pro Patria Calcio y U. S. Foggia le sirvió para seguir un progreso ascendente dentro del aspecto cualitativo y, por consiguiente, como trampolín a uno de los grandes de Italia que había subido a la Serie A el mismo año que se oficializó su fichaje: la SS Lazio. Por aquel entonces era reconocido como un equipo recién ascendido, pero a día de hoy, se recuerda a ese grupo de futbolistas como uno de los mejores Biancocelesti de todos los tiempos. Por no decir el mejor equipo en la historia del club romano, que se recuerda, actualmente, como La Lazio de las Pistolas.
Pese a la incalculable huella que dejaron en el Calcio, no era un equipo compacto; sino un grupo atípico dividido, por motivos personales, en dos bandos liderados, respectivamente, por Luigi Martini y Giorgio Chinaglia.
Pese a la incalculable huella que dejaron en el Calcio, no era un equipo compacto; sino un grupo atípico dividido, por motivos personales, en dos bandos liderados, respectivamente, por Luigi Martini y Giorgio Chinaglia. Todo ello, en una tesitura en la que la política era orden del día debido a la situación que comenzó a vivir Italia a finales de los años 60 por la crisis que sufrió la revolución cultural. La organización de extrema izquierda concebía la lucha armada como elemento aglutinador de los obreros, y por ello, las Brigadas Rojas acabarían desembocando esta situación en una sangrienta deriva militarista con atentados violentos e intolerables, al igual que la estrategia de la tensión puesta en marcha por el Estado en compañía de conjuntos de la extrema derecha. Siempre, con la intención de que los atentados se les asociaran a los comunistas. El caos era tan grande que costaba encontrar el origen de tanta violencia, y el partido comunista, la democracia cristiana, y más a la derecha, el movimiento de Giorgio Almirante, convivían en un auténtico hervidero de ideologías.
Aunque los dos grupos en los que se dividía aquella Lazio eran opuestos, se cohesionaban para competir cada fin de semana por los dos puntos -así era el reglamento de aquellos años- sin importar la orientación política de cada uno. Así, se fraguó una generación dorada que en su primer año quedó tercera, a dos puntos de la Juventus –equipo que venció aquella temporada el Scudetto-, y en su segundo ganó por primera vez en su historia el campeonato de una manera totalmente heroica. Siendo a su vez, un logro histórico.
En la segunda temporada de este Lazio de las Pistolas, el equipo romano ganó el Scudetto de una manera totalmente heroica
Pero si hay alguna particularidad por la que se recuerda a esta Lazio es por tener, cada uno de sus integrantes, una pistola como algo esencial dentro de su persona. Para ellos, salir sin su respectiva arma de fuego de su casa era como salir, a día de hoy, sin el teléfono móvil. Con ella amenazaban, jugaban y disfrutaban. Se sentían poderosos al hacerse cargo de ella. Sin embargo, el único sujeto cuerdo, dentro de la locura, en pleno uso de sus facultades mentales, alejado de cualquier acto de inconsciencia y que ejercía de contrapeso dentro de la vorágine conflictiva en la que se encontraba sumida dicho vestuario, era el bueno de Luciano Re Cecconi: el más pacífico y sosegado de la plantilla. Por ello, sus compañeros le apodaban El Sabio.
Su estilo de juego estaba lejos de lo rudimentario. Era un centrocampista de ida y vuelta, con mucha presencia en la zona de 3/4, despliegue físico y llegada desde segunda línea con cierta facilidad a la hora de marcar. No solamente sus dotes, su magia y su característico tono de cabello encandilaron a la afición de la Lazio. También, fue concebido por los mismos como un auténtico ídolo. Su estancia en la Lazio era cómoda, plácida y, además, tenía la gratificante experiencia de haber debutado con la Selección Italiana. La guinda a una etapa llena de gloria. Pero en una triste y fría tarde de invierno, todo daría un giro de 180 grados.
Corría el 18 de enero de 1977 cuando un perfumista de la ciudad llamado Giorgio Fraticcioli pidió a sus amigos Luciano Re Cecconi y Pietro Ghedin -compañero de equipo de Luciano- que le acompañaran a la joyería de un amigo llamado Bruno Tabocchini. Entonces, el establecimiento del joyero no vivía tiempos de bonanza. La ciudad de Roma estaba inmersa en una oleada de atracos y robos debido a que los Brigadas Rojas se autofinanciaban a través de esta vía. Por ello, la joyería había puesto su propia línea defensiva.
Cuando entraron los tres en la tienda, Re Cecconi, de manera inesperada, desarmado y con un tono que combinada seriedad y jocosidad, gritó: “¡Manos arriba! Esto es un atraco”. Y Bruno, sin mediar palabra y estando de espaldas al mostrador, se giró y abrió fuego contra un sabio que cayó abatido en el suelo. Solo su pelo color rubio platino, en medio de una oscura y triste estampa, aferraba a la esperanza a quien creía que podía salir adelante, pero una hemorragia interna apagaría, media hora después, la luz del astro italiano. El joyero fue condenado a tres meses de cárcel por homicidio, pero su justificación fue que estaba preso por la ansiedad ante el clima de inseguridad que se vivía en la capital de Italia a principios de los años 70 y que recientemente había sufrido un atraco. Con ese testimonio, el juez entendió que el disparo fue por defensa propia, y Bruno Tabocchini quedó impune de cualquier tipo de condena.
El Sabio, antes de morir, tuvo tiempo de decir que era una broma. El jugador de Nervino nunca había empuñado un arma, y tampoco lo hizo en ese mismo momento
Luciano Re Cecconi murió a los 28 años, dejando dos hijas pequeñas y mucho dolor entre la hinchada de la Lazio. En su funeral, miles de personas despidieron al jugador en una cita llena de sentimientos y lamentaciones por parte de los que hicieron acto de presencia. A todo esto, sus compañeros entraron en una aflicción de culpa porque tenían la sensación de haber malinfluenciado a un ángel que estaba en medio de un grupo de demonios con pistola. Además, se juntó con otra triste noticia que golpeó a los Biancazzurri: la muerte su entrenador Tommasso Maestrelli.
Aquel fue el peor momento. Sus compañeros seguían con vida y Lucciano había pagado por todas las bromas que hacían con las armas. De esta trágica manera, acabó el periplo más glorioso de uno de los equipos más apasionantes en la historia del fútbol. Un grupo inédito, inverosímil, contradictorio y talentoso. O lo que es lo mismo, ingredientes de éxito. Una historia y quinta irrepetible que, todavía, sigue vigente entre los amantes del Calcio.
Fuente imagen principal: Agencias.