La mancha de Roberto Baggio

Quiénes le han visto jugar dicen que era un mago, un artista con el balón, uno de esos tipos que nacen con un don para jugar al fútbol. Roberto Baggio siempre fue especial, lo demostraba cada partido que jugaba, hasta que el cuerpo aguantó.

Decenas de goles, de jugadas, de obras maestras… pero si tenemos que seleccionar un recuerdo de Baggio, rápidamente se nos viene a la cabeza un penalti. Porque Roberto Baggio, pese a todos los goles anotados, títulos conseguidos y la huella imborrable que ha dejado, siempre tendrá una mancha en su historial. Ese penalti. Ese fatídico penalti contra Brasil.

El Mundial de 1994 era el segundo Mundial que disputaba Roby. Ya había jugado el de Italia 90, e iba a Estados Unidos para redimirse por no lograr haber levantado el trofeo en su país. El Mundial comenzó mal para Italia: Derrota ante Irlanda, victoria contra Noruega y empate frente a México. Un cuádruple empate a 4 puntos dejó a Italia como tercera de grupo. Los astros se alinearon, y pasaron como el cuarto mejor tercero, de cuatro terceros que pasaban a octavos. Roby aún no había anotado un gol en todo el torneo.

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En octavos, Italia tuvo que enfrentarse a Nigeria, primera del grupo D. Un tanto de Baggio en el 88′ ponía el 1-1 en el marcador y enviaba el partido a la prórroga; y otro de penalti hacía que pasasen de ronda. Les esperaba la España de Zubizarreta, Luis Enrique, Nadal… Un gol en el 88′ daba la victoria a Italia, otro gol de Roby. Semifinales contra una sorprendente Bulgaria, que llegaba con un Hristo Stoichkov en plena erupción. Un doblete y a la final. Baggio había anotado en las tres eliminatorias, y en todas había anotado el gol decisivo. Italia estaba en la final, donde se enfrentaría a Brasil.

Tras 90 minutos, ni Brasil ni Italia lograron anotar un gol. Prórroga. En la prórroga, tampoco. Nunca antes se había decidido toda una final de un Mundial en los penaltis. Comienza la tanda. Falla Baresi. Falla Márcio Santos. 0-0 tras dos lanzamientos. Albertini, Romario, Evani y Branco no fallan. 2-2. Turno de Daniele Massaro, campeón en el 82. Para Claudio Taffarel. Dunga, capitán de Brasil, anota su penalti. Necesita meter sí o sí Italia. 3-2 en el marcador, si fallan el próximo se despiden del Mundial.

La responsabilidad recae sobre el jugador que hizo que esa selección esté ahí. Roberto Baggio, que había anotado 5 de los 6 goles que llevaron a Italia a la final, era el responsable. Ya había vivido una situación similar cuatro años antes contra Argentina. Aquella vez su penalti fue a dentro. Igual que el de Franco Baresi y De Agostini, pero Argentina pasó a la final tras los fallos de Donadoni y Serena. Todas las miradas estaban centradas en él. Pelé, con su corbata de los Estados Unidos, esperaba ansioso que ese italiano fallase su penalti. Y falló. El penalti se fue fuera. Su disparo no rozó si quiera la portería, se marchó muy por encima de esta, desatando la locura en los jugadores y cuerpo técnico del equipo brasileño.

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Brasil era tetracampeona del mundo. Roberto Baggio y toda Italia lloraban desconsolados sobre el terreno de juego. Antes de ese momento, Baggio había anotado 45 de 50 penaltis intentados, pero falló el más importante que ha tenido Italia en toda su historia. Este momento le ha perseguido siempre. Esto contó en su biografía (citas extraídas de Marca):

“Cuando fui hacia el punto de penalti estaba todo lo lúcido que se puede estar en esos momentos. Sabía que Taffarel se tiraba siempre, por eso decidí tirarlo al medio, a media altura, justo para que no pudiera despejarlo con los pies. Era una elección inteligente. Sin embargo, el balón, no sé cómo, se elevó tres metros y se fue arriba. He fallado pocos penaltis, pero cuando los fallaba me los paraban, no se iban a las nubes”.

“Los brasileños dicen que fue Ayrton Senna desde el cielo el que elevó la pelota. Quién sabe. Es la explicación romántica a una acto inexplicable, a no ser por el cansancio. Era el primer lanzador de penalti en el equipo y nunca he escapado de la responsabilidad. Siempre he dicho que los penaltis los fallan los que tienen el coraje de tirarlos. Aquél lo fallé. Fue el momento más duro de mi carrera, me condicionó durante años. Todavía sueño con él”.

“Fue duro salir de aquella pesadilla. Si pudiera borrar una imagen de mi vida deportiva sería aquélla. Ese recuerdo se me ha quedado grabado. No olvidaré el abrazo de Riva, el afecto del cuerpo técnico de la Selección, pero yo ya no tenía la cabeza allí. Cuando mis compañeros fueron a cenar, me encerré en mi habitación. Una vez más, para resolver mis problemas elegí el aislamiento. Perdimos, como en Italia’90. Y eso es algo que no acepto. Perder en el campo, aunque no lo merezcas, puede ser justo. En los penaltis, nunca. ¿Les parece concebible que cuatro años de trabajo se puedan borrar en tres minutos de penaltis? A mí no”.

Nunca sabremos si Ayrton Senna, fallecido dos meses antes, tuvo algo que ver; pero lo que sabemos es que ese penalti no hizo justicia a Roberto Baggio. Porque el fútbol no es justo, pero la memoria colectiva sí. Podrá fallar un penalti, dos, tres, cinco; pero Roberto Baggio ha sido un jugador único, histórico, y eso no hay injusticia que pueda evitarlo.

Autor imagen principal: Omar Torres / Getty Images.