¡Nuevo vídeo! Hoy hablamos de Roberto Baggio y de la película que sacó Netflix sobre el Divino Codino. Para ello, contamos con la ayuda de Sergio Cortina de Dieta Cassano. Esta es nuestra opinión y reseña.
El AC Milan de Arrigo Sacchi cambió el fútbol a finales de los ochenta, en lo que hoy se considera una radical evolución táctica. Sacchi prescindió de las habituales marcas al hombre y de la figura del libre para hacer de la llamada zona integral su sistema de marcación. Variando y perfeccionando muchos conceptos de una Naranja Mecánica de la que admitió ser fiel seguidor, el italiano adelantó la zaga en sus equipos casi hasta la mitad del campo, juntó sus tres líneas y, con la aún poco explotada trampa del fuera de juego como elemento central, presionó hacia delante a los rivales en bloque hasta asfixiarlos dentro de una jaula con forma de 4-4-2. Al mando de un excelente grupo de futbolistas, las dos Copas de Europa ganadas permitieron que su nombre se grabase en la historia como el de un maestro revolucionario.
Antes de que Silvio Berlusconi contratase al desconocido Arrigo en 1987, este solo había dirigido en categorías menores. Fue precisamente el juego observado en los duelos coperos entre su Parma y el Milan lo que entusiasmó al mandatario rossonero. Tras haber ascendido a los parmesanos a la B, Sacchi llegó a la Seria A con 41 años y ganó el Scudetto nada más aterrizar, después de adelantar al Napoli de Maradona en la recta final del curso. Más que probablemente, este éxito inmediato permitió a un técnico desconocido continuar en un club de tamaña envergadura.
Sin cuestionar la categoría de Sacchi como entrenador, quizá la situación dada en esos meses fue lo que de verdad lo diferenció de otros nacientes técnicos que, como él, aplicaban en el calcio un estilo ofensivo y algunos métodos tácticos tan actualizados como los suyos. A diferencia de Sacchi, se trata de personajes hoy desconocidos por el aficionado internacional debido a que, poco después que él, fracasaron en su primera experiencia en Serie A como técnicos de equipos potentes, y no tuvieron una segunda oportunidad.
El primero que pudo seguir la estela de Arrigo fue Luigi Maifredi, quien con 40 años había ascendido al Bolognaa Seria A el mismo curso que el de Fusignano fichaba por el Milan. En sus primeros pasos como entrenador, a inicios de los ochenta, Maifredi había trabajado en la casa de champán francés VeuveCliquot. Aprovechando la coincidencia, el juego rutilante y efervescente que desarrolló en su Bologna fue bautizado como “fútbol champán”, etiqueta que en esos años se asociaba a la gran selección francesa liderada por la estrella juventinaPlatini.
“Il Bologna ha practicato un gioco spettacolare voluto dalla´allenatore Maifredi”, se leyó en la prensa italiana para 1988. Los equipos de Maifredi aplicaban la zona total en un esquema 4-3-3, dibujo leído así al contar con tres delanteros, pero que sobre el campo realmente se distribuía del mismo modo que el Milan de Sacchi –quien, en ocasiones, también usó a delanteros como centrocampistas escorados. En la práctica, se trataba de un ordenado 4-4-2 lineal a la hora de plantarse a presionar en la mitad de campo contraria, que luego desestructuraba su ataque cuando tenía la posesión del balón.
“Yo no copié a Sacchi. Él en Florencia jugó con cinco en la defensa y libre. Yo ya jugaba con cuatro en línea. Fue él quien estudió a Zeman y a mí, cogiendo lo mejor”, manifestó Luigi Maifredi sobre los posibles sucesos acontecidos para 1983, en unas declaraciones recogidas por el periodista del Huffington Post Filippo Nassetti. “Los verdaderos profetas de la zona somos Galeone, Zeman y yo, con los módulos 4-3-3”, concluyó Maifredi.
Por su parte, el propio Sacchi admite en su biografía que conoció a Zeman en un curso para entrenadores a finales de los setenta, con quien compartió charlas tácticas, pero asegura que él había bebido previamente de las fuentes holandesas y argentinas en cuanto a los mecanismos de presión o defensa zonal en línea respectivamente, funcionamiento grupal que él mismo perfeccionaría en sus primeros años.
Sobre su etapa en los juveniles de la Fiorentina durante la campaña 83/84, Sacchi cuenta lo siguiente: “Cada poco invitaba a Daniel Passarella a hablar con los muchachos. Eran encuentros importantes durante los cuales hablaba del juego en zona que había practicado con la Argentina de Menotti. (…) Sobre todo quería que los muchachos conocieran las experiencias de la zona de presión argentina de la voz de su capitán. (…) En Florencia jugaban con los marcajes y el líbero retrasado. Impuse la defensa en zona en todas las secciones juveniles, porque acostumbra a pensar y a desarrollar el intelecto, así como beneficia tener una capacidad de juicio respecto del marcaje al hombre. La zona de presión conlleva una defensa activa: quiere decir que, incluso cuando los adversarios tienen la pelota, tú eres el dominus del juego. (…) Es indispensable para hacer jugar a un equipo en perfecta sinergia”.
Quizá Sacchi no lo copiase, o probablemente se alimentasen entre sí aquellos proactivos entrenadores que surgían en el calcio de los ochenta. En cualquier caso, a juzgar por las palabras de Ancelotti en su libro Preferisco la Coppa, al menos la propuesta de juego de un Maifredi ya en Serie A sí era seguida de cerca por el entrenador del Milan: “Sacchi me decía, ragassi, hay que imitarlos. El Bologna de Maifredi es el mejor equipo que existe. Sabe jugar al fútbol”.
Junto a Corrado Orrico, los citados Giovanni Galone y Zdenek Zeman fueron los otros entrenadores que, contemporáneamente a Sacchi y Maifredi, aplicaban la zona y el fútbol hacia delante en las divisiones inferiores italianas. Orrico ascendería al Lucchese a la B en 1990, año en que Zeman pasaría con su Foggia a la máxima categoría. “Zeman aplicará la zona más pura que se juega en Italia”, destacó la enciclopedia del Calcio de la época tras el ascenso de la Foggia. Pero antes que ellos, Maifredi y Galeone habrían tenido posibilidad de expresarse en Serie A.
Con un planteamiento en zona que defendería de los críticos asegurando que se trataba de “diez minutos para explicarlo, dos semanas para prepararlo y listo”, Galeone subiría a un joven Pescara a Serie A en 1987. Ya en la máxima división, aseguraría que “en Italia hay una tendencia a limitar al jugador, que ya por sí mismo tiende a limitarse. Aprecio a Sacchi, pero creo que su zona penaliza demasiado a los delanteros”. El metódico achique del campo mediante el trazo del fuera de juego trabajado por Sacchi exigía un rigor en la línea defensiva que se entendía como imprescindible para que la idea funcionase, pero la implicación en la táctica y la presión que Arrigo exigía a sus estrellas ofensivas era, a juicio de Giovanni Galeone, la otra diferencia fundamental entre sus equipos y el de los atrevidos Zeman, Maifredi y el propio Galeone, quienes apostaban por exigir menos libreta y ofrecer más libertad de movimiento y acción a su trío de ataque. Extremo que Sacchi nunca desmintió, como deja clara la siguiente frase de su libro Fútbol total: “El jugador completo: primero el hombre y su fiabilidad, luego la técnica. En mi opinión, el talento iba en último lugar”.
Para 1990 Platini llevaba tres años retirado, la leyenda Giampiero Boniperti renunciaba a la presidencia de la Vecchia Signora, y entre el Milan, el Napoli y el Inter habían desbancado a la Juve como ganadores de la Serie A, toda vez que los de Sacchi dominaban Europa. Pese a que en la 89/90 los juventinos dirigidos por Dino Zoff consiguieron levantar unas Coppa y Copa de la UEFA que parecieron circunstanciales para el dueño de la entidad, el eterno Gianni Agnelli, el cuarto puesto y la situación general hicieron que este decidiese prescindir de Zoff y apostar por el joven técnico de moda en Serie A, con la esperanza de que Maifredi implantara un planteo zonal que igualase las fuerzas del imponente Milan. A través de Luca Cordero di Montezemolo, Luigi Maifredi fichó por la Juventus para la temporada 1990/91.
Quisieron darle tres temporadas de contrato, pero un honesto y confiado Maifredi solo quiso firmar una, asegurando que el rendimiento determinaría su continuidad. Para acompañar el proyecto de renovación, salieron los extranjeros Rui Barros, Zavarov y Alejnikov y en su lugar llegaron, como incorporaciones principales, uno de los mejores defensas de México ´86, el brasileño Julio César, el reciente campeón del mundo alemán Hassler y los centrales Luppi y De Marchi, que el técnico llevó consigo desde Bolonia. Pero la principal incorporación se dio en una delantera que ya contaba con el potencial goleador de Schillaci y el joven Casiraghi. La negociación con la Fiorentina por Roberto Baggio fue intensa, y su fichaje se unió al de un prometedor Di Canio, procedente de la Lazio.
Agnelli esperaba tener a su Sacchi particular y a su nuevo Platini, pero para crear un equipo realmente competitivo quizá olvidó reforzar unazona media en la que Maifredi exigía al menos un jugador de jerarquía e inteligencia táctica. El míster pidió a Dunga, pero el más europeo de los brasileños no llegó, ni ningún otro. Un año después, el técnico se quejaría de esa descompensación entre el nivel de sus defensores y el de sus atacantes diciendo que, con lo que tenía disponible, sin duda había hecho un buen trabajo.
Ese “buen trabajo” se inició con la derrota en la Supercopa de Italia contra el Napoli. En sus años previos, Maifredi aseguró que él mismo y “otros dos o tres entrenadores hemos enseñado que Maradona debe ser marcado por todo el equipo y no solo por un hombre”. Manifestaciones que encajaban con el sentido de bloque férreo que pretendía priorizar la táctica zonal, como explicó uno de esos” dos o tres entrenadores” a los que se refiriese el de Brescia, el ya mencionado Galeone: “marcar a Maradona al hombre supondría abrir un hueco en el centro del campo”. Lo cierto es que aquel 1 se septiembre en San Paolo, la marcación al hombre propuesta por Bigon y el talento individual de Maradona y Careca bastaron para destrozar al inexperto sistema turinés, endosándole un contundente 5-1.
Pese al batacazo inicial, la idea de Maifredi llegó a tener momentos esperanzadores, como durante la serie de victorias conseguidas en el mes de octubre, entre ellas un 4-2 al Inter de Trapattoni y un 5-0 a la Roma de Bianchi. Precisamente uno de los pioneros en usar conceptos zonales en el Calcio de inicios de los ochenta al mando de la Roma, la leyenda Nils Liedhom, aseguraría al acabar el curso que “Maifredi es el único que ha hecho la zona más pura. La Juve es el equipo que ha expresado el fútbol más agradable. Alternó grandes partidos con pruebas menos contundentes, y en el marcador sacó menos de lo que merecía”.
La posición de Roberto Baggio en el centro del campo fue criticada, debido a que en determinadas fases de los partidos Il Divino Codino quedaba muy lejos de la zona de resolución. En citas determinadas Maifredi lo hizo compartir ataque con Schillaci, y la influencia ofensiva del “10” sirvió para alcanzar la cifra de 14 goles. El rendimiento de Hassler como escudero de Baggio y enlace entre líneas fue excelente, pero ni la labor organizadora de Marocchi ni la anotadora de Schillaci, el suplente Di Canio y un Casiraghi que se perdió varios partidos por expulsiones permitieron alcanzar cifras tolerables para un equipo aspirante al campeonato.
La propuesta de Maifredi lucía por momentos, pero en tampoco tiempo el técnico no conseguiría que un equipo con tantos cambios se estabilizase. El errático juego conllevó una crisis desde mitad de febrero hasta mitad de marzo y otra entre abril y mayo, resultados que hicieron que una Juventus que había llegado al ecuador de la Liga muy cerca del liderato se precipitase en la clasificación. Habiendo caído en cuartos de final de Coppa contra la Roma en el primer período crítico, en el siguiente llegó la eliminación más dolorosa, ya que a esas alturas parecía su tabla de salvación.
El 24 de abril de 1991, el 3-1 arrastrado del Camp Nou no pudo remontarse en casa. Una gran actuación de Zubizarreta hizo que el gol de Baggio fuese insuficiente para que la Juve batiese al Barça y alcanzase así la final de la Recopa. “Ganamos 1-0 jugando el mejor partido de los últimos veinte años”, se lamentó Maifredi.
El séptimo puesto en Serie A supuso la primera vez en veintiocho años que la Juventus se quedaba fuera de competiciones europeas. Pese a que Maifredi aseguró años después que parte de la directiva estaba en su contra, pero que Agnelli seguía confiando en él e “hizo todo lo posible para detenerme, yo me fui porque quise y no porque me echasen”, lo cierto es que la historia muestra que, en clubes de ese potencial, el tiempo y la planificación están condicionadas al resultado.
Agnelli volvería al estilo clásico del calcio, con el retorno al banquillo de Giovanni Trapattoni. El puesto de este en el Inter lo tomaría el ya referido Orrico, cuya reseña en la enciclopedia rezó así: “Orrico cree firmemente en el área, y sus jugadores tendrán que cambiar de forma y de mentalidad, completamente diferentes a las de su entrenador anterior. Por eso estará bajo escrutinio, ya que el club aspira a ganar el Scudetto”.
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Como Maifredi un curso antes, transcurrida media temporada Orrico comprobó que, para entrenadores jóvenes y singulares, a esos niveles el escrutinio es ganar o morir: no existen los proyectos a largo plazo sin que medie la victoria. Sacchi venció, siguió y se hizo histórico. Ellos perdieron, marcharon y la historia los ha olvidado.
Roberto Baggio. Rememorar su nombre es suficiente como para evocar recuerdos de uno de los jugadores más talentosos y brillantes que ha escrito una página importante en la historia del fútbol italiano.
Sexto de ocho hermanos, Roberto Baggio nació (1967) y creció en la pequeña población rural de Caldogno, en Vicenza. Ahí fue donde dio sus primeros pasos como futbolista, destacando en las categorías inferiores de la U.S.D. Calidonense. Poco tardó el club más grande de su región – el Vicenza Calcio– en reclutar al joven Roby, con tan solo 13 años, por un valor de 500.000 liras italianas; a día de hoy, apenas 260€.
En su nuevo club, manteniendo su dinámica, argumentando y defendiendo las expectativas generadas alrededor de su figura, Baggio anotó 110 goles en 120 apariciones a lo largo de los años que estuvo en las categorías inferiores del la squadra berici.
Antonio Rondón, ariete del Vicenza entre 1983 y 1988, cuenta en una entrevista cual fue la primera impresión que tuvo sobre Baggio cuando jugaba en el equipo Primavera del Vicenza: “El portero sacó rápidamente hacia Roby, él controló el balón con la espuela, le tiró un túnel al defensa y, aprovechando que el portero rival estaba adelantado, coló el esférico al fondo de la red desde su propio campo. Al llegar a casa le dije a mi mujer: ‘Hoy he visto a un campeón. Hoy he visto a un talento, que si tiene un poco de suerte, jugará para la Nazionale”.
Il Divino Codino, así fue apodado el bueno de Roberto, con apenas 16 años ya era el encargado de ejecutar las penas máximas en el primer equipo. Tras jugar dos temporadas y ser clave en el ascenso a Serie B, lo fichó la Fiorentina por 25 millones de liras donde coincidió con jugadores como Passarella o Daniele Massaro.
Quiénes le han visto jugar dicen que era un mago, un artista con el balón, uno de esos tipos que nacen con un don para jugar al fútbol. Roberto Baggio siempre fue especial, lo demostraba cada partido que jugaba, hasta que el cuerpo aguantó.
Decenas de goles, de jugadas, de obras maestras… pero si tenemos que seleccionar un recuerdo de Baggio, rápidamente se nos viene a la cabeza un penalti. Porque Roberto Baggio, pese a todos los goles anotados, títulos conseguidos y la huella imborrable que ha dejado, siempre tendrá una mancha en su historial. Ese penalti. Ese fatídico penalti contra Brasil.
El Mundial de 1994 era el segundo Mundial que disputaba Roby. Ya había jugado el de Italia 90, e iba a Estados Unidos para redimirse por no lograr haber levantado el trofeo en su país. El Mundial comenzó mal para Italia: Derrota ante Irlanda, victoria contra Noruega y empate frente a México. Un cuádruple empate a 4 puntos dejó a Italia como tercera de grupo. Los astros se alinearon, y pasaron como el cuarto mejor tercero, de cuatro terceros que pasaban a octavos. Roby aún no había anotado un gol en todo el torneo.
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En octavos, Italia tuvo que enfrentarse a Nigeria, primera del grupo D. Un tanto de Baggio en el 88′ ponía el 1-1 en el marcador y enviaba el partido a la prórroga; y otro de penalti hacía que pasasen de ronda. Les esperaba la España de Zubizarreta, Luis Enrique, Nadal… Un gol en el 88′ daba la victoria a Italia, otro gol de Roby. Semifinales contra una sorprendente Bulgaria, que llegaba con un Hristo Stoichkov en plena erupción. Un doblete y a la final. Baggio había anotado en las tres eliminatorias, y en todas había anotado el gol decisivo. Italia estaba en la final, donde se enfrentaría a Brasil.
Tras 90 minutos, ni Brasil ni Italia lograron anotar un gol. Prórroga. En la prórroga, tampoco. Nunca antes se había decidido toda una final de un Mundial en los penaltis. Comienza la tanda. Falla Baresi. Falla Márcio Santos. 0-0 tras dos lanzamientos. Albertini, Romario, Evani y Branco no fallan. 2-2. Turno de Daniele Massaro, campeón en el 82. Para Claudio Taffarel. Dunga, capitán de Brasil, anota su penalti. Necesita meter sí o sí Italia. 3-2 en el marcador, si fallan el próximo se despiden del Mundial.
La responsabilidad recae sobre el jugador que hizo que esa selección esté ahí. Roberto Baggio, que había anotado 5 de los 6 goles que llevaron a Italia a la final, era el responsable. Ya había vivido una situación similar cuatro años antes contra Argentina. Aquella vez su penalti fue a dentro. Igual que el de Franco Baresi y De Agostini, pero Argentina pasó a la final tras los fallos de Donadoni y Serena. Todas las miradas estaban centradas en él. Pelé, con su corbata de los Estados Unidos, esperaba ansioso que ese italiano fallase su penalti. Y falló. El penalti se fue fuera. Su disparo no rozó si quiera la portería, se marchó muy por encima de esta, desatando la locura en los jugadores y cuerpo técnico del equipo brasileño.
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Brasil era tetracampeona del mundo. Roberto Baggio y toda Italia lloraban desconsolados sobre el terreno de juego. Antes de ese momento, Baggio había anotado 45 de 50 penaltis intentados, pero falló el más importante que ha tenido Italia en toda su historia. Este momento le ha perseguido siempre. Esto contó en su biografía (citas extraídas de Marca):
“Cuando fui hacia el punto de penalti estaba todo lo lúcido que se puede estar en esos momentos. Sabía que Taffarel se tiraba siempre, por eso decidí tirarlo al medio, a media altura, justo para que no pudiera despejarlo con los pies. Era una elección inteligente. Sin embargo, el balón, no sé cómo, se elevó tres metros y se fue arriba. He fallado pocos penaltis, pero cuando los fallaba me los paraban, no se iban a las nubes”.
“Los brasileños dicen que fue Ayrton Senna desde el cielo el que elevó la pelota. Quién sabe. Es la explicación romántica a una acto inexplicable, a no ser por el cansancio. Era el primer lanzador de penalti en el equipo y nunca he escapado de la responsabilidad. Siempre he dicho que los penaltis los fallan los que tienen el coraje de tirarlos. Aquél lo fallé. Fue el momento más duro de mi carrera, me condicionó durante años. Todavía sueño con él”.
“Fue duro salir de aquella pesadilla. Si pudiera borrar una imagen de mi vida deportiva sería aquélla. Ese recuerdo se me ha quedado grabado. No olvidaré el abrazo de Riva, el afecto del cuerpo técnico de la Selección, pero yo ya no tenía la cabeza allí. Cuando mis compañeros fueron a cenar, me encerré en mi habitación. Una vez más, para resolver mis problemas elegí el aislamiento. Perdimos, como en Italia’90. Y eso es algo que no acepto. Perder en el campo, aunque no lo merezcas, puede ser justo. En los penaltis, nunca. ¿Les parece concebible que cuatro años de trabajo se puedan borrar en tres minutos de penaltis? A mí no”.
Nunca sabremos si Ayrton Senna, fallecido dos meses antes, tuvo algo que ver; pero lo que sabemos es que ese penalti no hizo justicia a Roberto Baggio. Porque el fútbol no es justo, pero la memoria colectiva sí. Podrá fallar un penalti, dos, tres, cinco; pero Roberto Baggio ha sido un jugador único, histórico, y eso no hay injusticia que pueda evitarlo.
Autor imagen principal: Omar Torres / Getty Images.
Il Divino Codino. Así era apodado una de las mayores leyendas que ha sacado al escaparate el fútbol italiano y cuyos ecos de técnica, calidad, verticalidad y magia todavía retumban en los estadios del país transalpino. Un futbolista que rompió con lo tradicional y apostó tanto por un fútbol más versátil como por la figura de jugador polivalente; dejando, a un lado, el cerrado sistema del catenaccio. Roberto Baggio(Caldogno, Vicenza, 18 de febrero de 1967) cuenta con una trayectoria envidiable en una carrera futbolística que se forjó única y exclusivamente en Italia. Pasando por Vicenza Calcio, ACF Fiorentina, Juventus de Turín, AC Milan, Bologna, Inter de Milán y Brescia Calcio. Además, con el aliciente de tener múltiples títulos, tanto individuales como colectivos, y de haber sido internacional con Italia gran parte de su carrera.
Durante muchos años, la Serie Ase ha caracterizado por la facilidad que existe a la hora de intercambiar cromos entre los grandes de la categoría. Traspasos característicos como el de Bonucci al Milan, el de Pjanic a la Vecchia Signora o el argentino Gonzalo Higuaín, que en un margen de cinco años se ha enfundado las zamarras de Napoli, Juve y AC Milan mientras generaba una circulación de grandes cantidades de dinero. Estos fichajes son claros ejemplos de cómo se mueve el mercado en Italia. El resultado habitual es el inconformismo que florece entre las aficiones que se ven perjudicadas y desprotegidas al haber sufrido la pérdida de su jugador fetiche. Por eso, el fichaje de Baggio por el conjunto bianconero no iba a ser una excepción.
La Serie A se ha caracterizado por la facilidad que existe a la hora de intercambiar cromos entre los grandes de la categoría. Traspasos característicos como el de Bonucci al Milan, el de Pjanic a la Vecchia Signora o el argentino Gonzalo Higuaín, que en un margen de cinco años se ha enfundado las zamarras de Napoli, Juve y AC Milan
Tras una temporada sensacional en el aspecto individual, donde registró 19 goles en una Fiorentina que acabó en el puesto 13 del campeonato doméstico, l’attacante despertó el interés de grandes equipos de Italia mientras elogios procedentes del planeta futbolístico le rodeaban. Mientras, la Juventus llevaba cuatro temporadas sin ganar el Scuddetto, por lo que el objetivo de volver a hacerse con el título de liga se convirtió en una obsesión. Imperaba la necesidad de armarse para conseguir su particular objetivo.
Roberto Baggio era el hombre idóneo. Un ‘9’ que se caracterizaba por ser un depredador de área, que iba a ser la referencia arriba de la Azzurra en el Mundial de Italia y que, pese al intrascendente puesto en la tabla de los viola, ratificaba, mediante sus cifras, que era un seguro de gol. Era una evidencia que su incorporación a la Juventus iba a elevar el aspecto cualitativo de los de Turín. Por lo tanto, el fichaje debía acometerse.
Roberto Baggio era el hombre idóneo. Un ‘9’ que se caracterizaba por ser un depredador de área, que iba a ser la referencia arriba de la Azzurra en el Mundial de Italia y que, pese al intrascendente puesto en la tabla de los viola, ratificaba, mediante sus cifras, que era un seguro de gol
El 18 de mayo de 1990 se hacía oficial lo que durante varias semanas eran rumores: El ariete de la Fiorentina iba a ser traspasado a la Vecchia Signora por una cantidad estratosférica -2.200 millones de pesetas- y firmando un contrato de cuatro años con un salario de 160 millones de pesetas por temporada. Un paso importante en la carrera del italiano a sus 23 años, y una apuesta de la Juve con la esperanza de que diera resultados a corto plazo. Siendo, a su vez, el fichaje más caro de la historia por aquel entonces. Sin embargo, con lo que nadie contaba era con que esa salida iba a generar una situación de conflicto casi insostenible.
Días atrás, la Juventus había ganado la final de la Copa de laUEFA frente a la Fiorentina (3-1) en un partido que decepcionó a toda la tifosi viola. Y para variar, cuando se formalizó la salida de Baggio hacia el equipo turinés, el delantero italiano hizo unas declaraciones que recitaban lo siguiente: “¿Por qué la Juve? Porque así lo ha decidido el presidente. No me dieron otra opción”.La sensación general entre los fanáticos de la Fiorentina era que la Juventus les había humillado por partida doble. Ellos se hicieron con el título de la UEFA y ficharon a un diamante en bruto. Al que era su ídolo. Al jugador al que le rindieron pleitesía durante sus encuentros en el Artemio Franchi. La situación era incómoda, y la frustración derivó en una oleada de violencia en la capital de la Toscana.
Aproximadamente mil aficionados de la Fiorentina se concentraron la noche del viernes 19 de mayo de 1990 –día en el que se confirmó la salida de Baggio- en los alrededores de la sede del club para mostrar su indignación con la decisión de la directiva. La manifestación comenzó con meras protestas, pero conforme fue pasando el tiempo, se pasó, casi de manera inconsciente, a la violencia. Objetos fueron arrojados a la sede, automóviles fueron incendiados y siluetas que portaban la casaca de la squadra viola con el ’10’ de Baggio fueron quemadas y pisoteadas una vez se hicieron cenizas. No obstante, la presencia de la policía agravó el conflicto, ya que actuaron con gases lacrimógenos ante los distintos utensilios que les lanzaban los aficionados como arma para replicar las ofensivas.
Aproximadamente mil aficionados de la Fiorentina se concentraron la noche del viernes 19 de mayo de 1990 en los alrededores de la sede del club para mostrar su indignación con la decisión de la directiva. La manifestación comenzó con meras protestas, pero conforme fue pasando el tiempo, se pasó, casi de manera inconsciente, a la violencia
El balance subsiguiente iba a estar ligado a todo lo acontecido en los aledaños del estadio de la Fiorentina con la figura de Roberto como único motivo. 50 personas recibieron diversas heridas y 51 fueron detenidas, de las cuales 36 pudieron salir sin cargos. Además, lo sucedido iba a generar inseguridad y miedo debido a que dicho conflicto pasó a pocos días del comienzo del Mundial en Italia, obligando al Estado a aumentar los dispositivos policiales y de seguridad.
Actualmente, Roberto Baggio es recordado por todo lo positivo que dejó al fútbol italiano. Sus inéditas características y facilidad a la hora de colocar el esférico en el fondo de las mallas fue el legado que dejó a las nuevas generaciones que florecían con la intención de adquirir su herencia. Su figura aún perdura, pero todo lo que generó su fichaje por la Juventus difícilmente será olvidado.