Auge y caída de la Serie A (II) La violencia

La estampa era dantesca. Indignante, lamentable, terrible y cualquier abyecto adjetivo, salvo sorprendente. En muchos países lo hubiera sido pero en Italia era una estampa común, lo habitual a pesar de su terrible simbolismo. Genny, el Carogna, jefe ultra napolitano, hijo de un capo de la Camorra, encaramado en una valla exigiendo, mandando sobre decenas, cientos de ultras que se negaban a que una final de Coppa de Italia se disputase. Era el 4 de mayo y Fiorentina y Napoli se tenían que jugar el título, pero horas antes del partido un hincha napolitano era disparado por ultras de la Roma, ultras que no tenían nada que ver con la final pero que odian al Napoli y que no tenían nada mejor que hacer un sábado que liarla. Otros radicales, los del Napoli, liderados por el amigo Genny, llegaron al estadio dispuestos a boicotear como fuera la final. Tuvo que ser Hamsik, el capitán del club partenopeo, el que negociara con ellos para que “dejasen” disputar la final. Una banda de ultras decidía en un país occidental y con pleno estado de derecho al menos sobre el papel, si se iba a disputar un partido de fútbol. Ante la mirada de Matteo Renzi, el primer ministro y toda la plana mayor de la política italiana. Para añadir más escarnio al episodio, el Carogna llevaba una camiseta pidiendo la liberación de un ultra que fue condenado por asesinar a un policía.

Una banda de ultras decidía en un país occidental y con pleno estado de derecho al menos sobre el papel, si se iba a disputar un partido de fútbol. Ante la mirada de Matteo Renzi, el primer ministro y toda la plana mayor de la política italiana

Si el fútbol italiano tiene un problema que se escapa más allá de lo deportivo es, sin duda, el tema de la violencia en las gradas. Un problema, el de los ultras violentos, que a pesar de algún intento de remediarlo sigue sin tener visos de solución y que es una de las causas del vacío en las gradas que se puede ver cada jornada. Una horrible estampa de la decadencia de la Serie A.

El fenómeno de la violencia en las gradas de los estadios apareció en los años 60 con los hooligans ingleses y pronto se extendió por otros países europeos, entre los que se encontraba Italia. La cultura ultra se extiende en el país en una época convulsa políticamente con ideologías extremas campando a sus anchas. Los 70, recordamos, son la época de las Brigadas Rojas, del auge del Partido Comunista y de partidos fascistas y de ultraderechistas enrolados en sus propios grupos terroristas. La Fossa Dei Leoni del Milan y los Boys del Inter fueron los primeros grupos ultras que aparecieron en el Calcio. Muchos de ellos, sobre todo en los años 70, se identificaron con posturas políticas. Esto sigue vigente en algunos grupos como los Irriducibili de la Lazio, extrema derecha, o la curva del Livorno tradicionalmente asociada a la extrema izquierda, y donde es habitual ver banderas comunistas y afiches del Che Guevara. Pero la mayoría de los ultras italianos, a diferencia de lo que pasa en España, dan más importancia a la afiliación futbolística que a la política.Todos son capaces de aliarse si el Estado o la Policía, su peor enemigo, decide actuar contra ellos. Y el poder de los ultras en Italia es es más que considerable como avisaba hace unos años el ex-entrenador de Roma, Milan o Juve, el inefable Fabio Capello al acusar de que “el fútbol italiano está en manos de los ultras”.

En Italia, todos los ultras son capaces de aliarse si el Estado o la Policía, su peor enemigo, decide actuar contra ellos

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Según el Gobierno, ahora mismo en Italia hay 403 grupos ultras, 70 de ellos con connotaciones políticas, 40 de extrema derecha y 20 de extrema izquierda. Situados en los fondos de los vetustos estadios italianos, mientras las tribunas se vacían cada vez más, los ultras han protagonizado a lo largo de 40 años auténticas desgracias. La final de Coppa del 2014 fue la última gota, pero ya antes, en 2004 los ultras de la Roma obligaron a suspender un Lazio – Roma difundiendo el falso rumor de la muerte de un niño a manos de la policía en los incidentes que ocurrieron en los aledaños. Como Hamsik, a Totti también le tocó negociar con la bestia mientras televisiones de todo el mundo grababan la surrealista negociación.

En los últimos 20 años, el fútbol italiano ha tenido que parar dos veces por dos muertes asociadas a la violencia ultra. En 2007 un policía siciliano fallece de una brutal pedrada en medio de unos incidentes entre radicales del Palermo y del Catania. El nombre del ultra condenado por este hecho era el que aparecía en la camiseta del Carogna durante los incidentes de la Coppa. En 1995 moría asesinado Vincenzo Spagnolo tras ser apuñalado por un ultra del Milan. Quizá éstos sean los hechos más mediáticos pero hay una sucesión ininterrumpida de lamentables incidentes en el fútbol italiano que parece no tener fin. En 2012, Giuseppe Sculli, jugador del Genoa, acaba llorando en el césped de Marassi después de que sus ultras les exigieran entregar las camisetas por ir perdiendo un partido por 4-0. La Nocerina fue descendida de categoría porque sus jugadores simularon lesiones para no jugar un partido con la Salernitana que sus ultras les exigieron no disputar ya que ellos tenían prohibido acudir. Y etcétera, etcétera, etcétera…en una continua retahíla de vergüenza y horror. Tantas veces ha sido protagonista el Calcio en otras secciones de periódico más allá de las páginas deportivas que es imposible que el fútbol no se resienta. La violencia ultra ha ido echando a familias y aficionados pacíficos de los estadios y el cemento sigue siendo lo más extendido de los viejos campos italianos. El peor cáncer para un fútbol ya de por sí enfermo.

La violencia ultra ha ido echando a familias y aficionados pacíficos de los estadios y el cemento sigue siendo lo más extendido de los viejos campos italianos

Los distintos gobiernos italianos han intentando poner medidas para poner freno a la violencia. La más conocida y comentada fue el decreto Pisanu. Esta ley preveía la adecuación y transformación de los estadios italianos para que cumplieran las medidas estándar de seguridad de los estadios europeos. Según las nuevas reglas todos los estadios deberían tener un código de comportamiento, videovigilancia, se deberían vender entradas numeradas y con nombre y tener tornos a la entrada, entre otro tipo de medidas. Lo cierto es que a día de hoy la inmensa mayoría de estadios italianos sigue sin tener las infraestructuras adecuadas mientras clubes y políticos se acusan mutuamente. El problema de la violencia traspasa el fútbol y se entronca directamente con una clase política y una sociedad con graves problemas. Muchas localidades y regiones del sur han estado abandonadas a su suerte durante décadas, el servicio de correos funciona deficientemente y un viaducto es capaz de hundirse a las pocas semanas de inaugurarseItalia no es un país donde cumplir una ley sea un camino de rosas. Cambiar un simple torno en una puerta en un estadio italiano se convierte en una odisea de papeleo, lavados de manos y exenciones de responsabilidad. Muchos clubes se negaron a hacer las reformas pertinentes por falta de dinero. También se han implementando multas contra cánticos o exhibiciones de racismo, xenofobia o apología de la violencia, pero lo cierto es que a día de hoy no ha habido grandes avances significativos y los ultras violentos siguen campando a sus anchas. Lejos del negocio para familias que impulsa la Premier League, el fútbol italiano se desangra desde sus gradas hasta el césped.

Fuente imagen principal: Getty Images.

*Gennaro De Tommaso, jefe de la sección ultra del Napoli, ‘negocia’ durante la final de la Coppa Italia de 2014.

 

Vincenzo Paparelli, muerte en las gradas

A finales de los años setenta la violencia política dominaba la sociedad italiana. El país transalpino estaba inmerso en un clima radical que manchaba de sangre las calles. Sangre de un neofascismo que campaba a sus anchas. Sangre de unas Brigadas Rojas que usaban el terror para imponer su ideología. Los estadios de fútbol italianos no eran ajenos a ese clima violento que asolaba la península. Los años setenta son la década donde el fenómeno ultra consigue tal grado de poder que aún a día de hoy siguen incrustados en los equipos y en el Calcio italiano. Desgraciadamente, ha habido demasiadas muertes relacionadas con el fútbol en Italia. Una de las más trágicas por el impacto que produjo fue la de un aficionado lazial de 33 años que falleció mientras esperaba el comienzo de un derby romano el 28 de octubre de 1979.

Durante la dictadura fascista de Benito Mussolini, “Il Duce” tuvo la intención de unificar todos los equipos que existían en la capital para de esta manera crear una poderosa escuadra que pudiera competir con los poderosos del norte. La oposición del entonces presidente de la federación italiana, Giorgio Vaccaro, fascista y rendido seguidor de la Lazio, permitió a la escuadra del águila no unirse a la fusión. Desde entonces la rivalidad con la Roma fue encarnizada. Desde el principio esa rivalidad estuvo marcada por tintes políticos que se agudizaron en los años setenta. El derby romano es uno de los más peligrosos del mundo y año tras año se registran incidentes entre las facciones más radicales de las aficiones ante la impotencia de las fuerzas del Estado incapaces de parar la violencia y bajo la complacencia de las directivas de ambos equipos.

Vincenzo Paparelli, casado y padre de dos hijos, fue la víctima injusta e inocente de esa absurda guerra

Vincenzo Paparelli, casado y padre de dos hijos, fue la víctima injusta e inocente de esa absurda guerra. Poco antes de que comenzara el derby, mientras Vicenzo comía un bocadillo junto a su esposa, sentado en la grada del Olímpico, una bengala disparada desde el sector ultra de la Roma atraviesa el cielo del estadio y acaba clavándose mortalmente en Paperelli. 160 metros separaban ambas curvas. Su mujer, desesperada, intenta arrancársela pero es imposible, se quema las manos, no hay nada humano que se pueda hacer. Poco después, el médico que atendió al desafortunado hincha diría que parecía una herida de guerra. Una herida de guerra en un simple campo de fútbol durante un encuentro dominical mientras te comes un bocadillo. Paparelli no pudo superarlo. El estadio entero es testigo de una muerte en directo. Los ultras de la Lazio intentan impedir que el derby se juegue. Finalmente, el capital laziale, Pino Wilson, consigue calmarlos un poco y el encuentro se disputa tras enfrentamientos entre los ultras y la policía y bajo un clima surrealista. Durante el resto del día hay graves desórdenes en toda Roma. Paparelli era la segunda víctima mortal provocada por el movimiento ultra en Italia.

Poco después, un muchacho de apenas 19 años se entrega a la policía. Es Giovanni Fiorillo, un fanático de la Roma y él compró y lanzó la dichosa bengala. En la cárcel, el joven ultra denuncia que sus compañeros de aventuras, sus colegas le han abandonado. Hasta la novia, dice, le ha dejado. El grupo ultra de la Roma “Commando Ultrà Curva Sud” es señalado y durante los años posteriores oculta su identidad entre la infinidad de los grupos radicales del fondo.

El mundo del fútbol mostró inmediatamente su pesar tras la muerte de Paparelli

El mundo del fútbol muestra inmediatamente su pesar. La viuda de Paparelli recibe decenas de mensajes de condolencia, desde el capitán Pino Wilson hasta el alcalde, Luigi Petroselli, del Partido Comunista. Toda la plantilla de la Lazio acude al funeral. La Roma también iba a ir pero ese día tiene un enfrentamiento de Coppa de Italia y el club manda a los chicos de la Primavera. Toda Roma debía decir que no a la violencia. Meses después de la muerte de Paparelli el fútbol italiano intentó tomar medidas para atajar la creciente violencia en los estadios. Tras meses de debate, durante el cual se llegaron a plantear medidas tan absurdas como prohibir la moviola de las televisiones, se prohibió el acceso al estadio con banderas, pancartas o bengalas. Unas medidas que jamás se han llegado a aplicar.

Hoy en día, en casi todos los estadios italianos se ven bengalas y petardos. Y sin duda, el que más espectáculo de pirotécnica ofrece es precisamente el derby romano. Un enfrentamiento que desde hace unos años está prohibido que se dispute de noche como otro recurso simplón contra la violencia. Nada parece que vaya a cambiar el clima tenso de los Roma-Lazio donde se han presenciado escenas bochornosas en los últimos años. En la temporada 1998-1999 los ultras de la Lazio, de extrema derecha y considerados de los más peligrosos de Europa, desplegaron una vergonzante pancarta dirigida a la afición de la Roma donde se leía “Auswichtz es tu ciudad, los hornos son tu casa”. En el 2000, el criminal de guerra serbio, Zeljko Raznatovic “Arkan” fue homenajeado con otra pancarta por los mismos ultras. Debido al vínculo que tuvo Mussolini con la Lazio, de la cual era seguidor confeso, y por la ideología radical que muestran los ultras, el equipo laziale es presentado en muchos sectores como una escuadra profascista. Más allá del injusto estereotipo que no representa a unas de las aficiones más grandes de Italia, el problema existe en las gradas. Al igual que sus vecinos de la Roma, cuyo sector más radical también es de extrema derecha y sus acciones violentas poco tienen que envidiar a los violentos de la Lazio. En 2005 los ultras consiguieron suspender el derby amenazando a los jugadores si lo disputaban. La excusa fue el rumor de una presunta muerte de un niño fallecido en medio de los enfrentamientos con la policía. Una mentira, Un simple rumor que bastó para mostrar delante de las cámaras que los violentos mandan y seguirán mandando en el Calcio.

Fuente imagen principal: CHRISTOPHE SIMON/AFP/Getty Images.